Alonso Moleiro
Tal Cual, 02/06/12
Nadie se ha puesto a pensar en el terrible costo que representa para la nación la diáspora académica que comienza a gestarse en el país. Fenómeno hasta hace poco inexistente; sin duda ninguna, uno de los rasgos más claros del proceso de decadencia que cursamos en el período histórico que comprende lo que llevamos de siglo.
Los profesores universitarios venezolanos están devengando en estos momentos un sueldo sencillamente vergonzoso. Poco más de mil 500 bolívares en los escalafones iniciales y unos 5 mil bolívares en el caso de un Profesor Titular. Pertenecientes a entornos profesionales acosados y despreciados, por ser tenidos por "burgueses"; llevando adelante investigaciones que el Estado ni comprende ni valora; poniendo en el asador todas sus credenciales mientras, como el resto de los ciudadanos, sobreviven acosados por el hampa y el caos nacional.
Tenidos en varios entornos regionales próximos y remotos como un estamento competente, muy especialmente en lo tocante a la investigación y el pensamiento científico, comienza a hacerse frecuente que a los profesionales venezolanos de la enseñanza se les extiendan generosas ofertas, que superan hasta dos y tres veces los ingresos locales, para que ingresen en institutos, no ya de Canadá que también sino, incluso, en países como Colombia y Panamá.
Tiempo y dinero que la nación pierde, probablemente de forma irreversible, una vez que la oferta es aceptada. Un fenómeno gravísimo, sobre el cual nadie discute nada, y que parece que a nuestro autista equipo gobernante, ni siquiera le interesa especialmente. Nuevos eslabones que le añaden grises al mustio y marchito panorama de la actividad nacional vigente hasta la fecha, muy especialmente a partir del año 2006.
Año éste en el cual la actual administración hizo patente su ceguera ideológica y se ha ido dando con método a la tarea de destruir todo entorno disponible con el objeto de poder colonizarlo en el mediano plazo.
El gobierno se hala las greñas tratando de crear, también, un hábitat vinculado a la educación superior que le sirva a sus propios fines, predicando incesantemente la necesidad de acabar con la exclusión.
Un gobierno cruzado en todos sus costados por ministros ucevistas Giordani, Merentes, Navarro, Menéndez se ensaña con deleite en contra de éstas y otras universidades que no puede controlar, valiéndose de cualquier método disponible. El silencio guardado por todos ellos ante las reiteradas exhibiciones de vandalismo que llevan adelante grupos clandestinos con total impunidad dice bastante.
El ahogo, decimos, no es privativo de la UCV: se extiende también al resto de las Universidades Nacionales, la Simón Bolívar, la ULA y la UDO. A todas se les pide de forma por demás hueca que "rindan cuentas" de sus gastos, y se les administran a cuentagotas créditos adicionales de forma agónica, con el objetivo ulterior de mantenerlas maniatadas para que terminen de arrodillarse.
La última propuesta consiste en hacer patente el esquema "un estudiante, un voto": el más primaveral, adolescente e inmaduro de todos los ejercicios políticos, que conspira en contra de cualquier aproximación a la palabra claustro y podría acabar con el real significado de la academia, similar a que mañana algún demagogo perdido de catadura similar se aparezca en un cuartel a exigir la elección directa de Mayores y Capitanes de Navío. Una medida que puede constituir un expediente lo suficientemente concluyente como para que nos imaginemos a mediano plazo un sistema de universidades nacionales convertidas en chatarra ideológica, propalador de frivolidades ideológicas sin contenido.
Mientras tanto, el chavismo exhibe un ramillete de institutos de tercer nivel, la mayoría de las Universidades Experimentales, en las cuales nada se elige y nadie vota, porque todas las autoridades son regentadas por el Virreinato existente en el Palacio de Miraflores, y además, no es demasiado lo que se investiga.
No nos extendamos demasiado en el argumento de la "rendición de cuentas": no se trata únicamente de que, bajo este argumento, socorrido tantas veces con extremada ignorancia, el chavismo es, en estos momentos, una fuerza menguante, en algunos casos casi inexistente, en la UCV y el resto de las Universidades públicas y autónomas del país que son, de lejos, las más grandes.
La verdad es que mal puede un gobierno que resuelve a realazos todos sus dilemas, que no rinde cuentas a nadie sobre los convenios que firma, más allá de nuestras fronteras, ni sobre la transparencia de los fondos que administra, pasándose a su antojo todas las previsiones administrativas disponibles, andar preocupándose porque otros no administren el dinero que legítimamente les corresponde para impartir la enseñanza.
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