Eleazar Narváez
Vale la pena reflexionar sobre las palabras de Hannah Arendt, cuando dice, en referencia a la constatación de la pérdida de su tesoro por parte de los hombres de la Resistencia europea:
"...la pérdida, quizá inevitable en términos de realidad política, se consumó por el olvido, por un fallo de la memoria no sólo de los herederos sino también, por así decirlo, de los actores, de los testigos, de quienes por un instante fugaz sostuvieron el tesoro en la palma de sus manos; en pocas palabras, de los propios seres humanos, porque el recuerdo, que - si bien una de las más importantes- no es más que una forma de pensamiento, está desvalido fuera de una estructurade referencia preestablecida, y la mente humana sólo en muy raras ocasiones es capaz de retener algo que se presenta completamente inconexo" [Véase Arendt Hannah (2003). Entre el pasado y el futuro. ocho ejercicios sobre la reflexión política. Barcelona:Península. Págs. 16-17].
Palabras que cruzan por mi mente en las circunstancias en que vivimos en el país hoy en día, donde se ciernen amenazas reales contra la democracia y en particular contra un principio fundamental, un tesoro para los universitarios y la sociedad venezolana en general, el de la autonomía universitaria.
Hoy cabe preguntarse si tenemos conciencia plena de lo que está en nuestras manos, de lo que significa en su complejidad y riqueza la autonomía universitaria, más allá de uno de los significados que regularmente se le asocia a ésta: la capacidad de autogobernarse la universidad. Un significado como éste que adquiere todo su sentido sólo cuando se le asume como expresión del propósito de la autonomía en su dimensión educativa y académica. Al romperse estos vínculos, ese principio entra en una zona oscura de grandes confusiones y peligros desde el punto de vista de su ejercicio; ejercicio que se ve profundamente trastornado, por cierto, por la injerencia tanto de factores internos como externos a la comunidad universitaria.
Digo esto último con la convicción de que es fundamental centrar nuestra atención más en el ejercicio de la autonomía universitaria, vale decir, en las condiciones concretas y necesarias para hacerla plenamente posible en el día a día en un ámbito de libertad; condiciones por cierto muy mermadas en el país por varios hechos sucedidos años después de que es consagrada constitucionalmente la autonomía como principio y jerarquía.
Los retos, pues, no son sólo defender y fortalecer la autonomía en cuanto al contenido de lo que está plasmado en la Constitución y en la vigente Ley de Universidades, o a no permitir el ingreso arbitrario de las fuerzas policiales o militares al recinto universitario, por ejemplo; también es vital enfrentarse a lo que cotidianamente trastorna el ejercicio de ese principio en nuestra institución, bien sea que esas perturbaciones provengan del gobierno por diferentes expedientes - entre ellos el presupuestario -, de las autoridades u otros actores fundamentales de la comunidad universitaria, o de otros factores de poder de la sociedad venezolana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario