miércoles, 2 de diciembre de 2009

Autonomía universitaria en Venezuela


En nuestro tiempo, en el cual se dice que el fin de la utopía ha dado lugar a la sacralización de la urgencia – con la conversión de los actores sociales en esclavos de los problemas inmediatos - uno de los desafíos a los que debemos responder los educadores y los estudiosos de la educación es, precisamente, contribuir a la búsqueda de sentido que la sociedad contemporánea nos exige, en unas circunstancias en las cuales somos testigos de una obsesión por vaciar nuestros discursos educativos actuales de los referentes y los orígenes sobre los que se han erigido y desarrollado las ideas y las prácticas pedagógicas más innovadoras de este tiempo en el que vivimos (Carbonell Sebarroja, 2000). Y tal responsabilidad es preciso que la asumamos con la conciencia de saber que la educación ha de ser un instrumento fundamental en la respuesta a dicha demanda de sentido y, al mismo tiempo, objeto de ésta.

Pensamos que la contribución de la universidad venezolana en la búsqueda de sentido que nos exige en la actualidad la sociedad, implica necesariamente la colocación del concepto de autonomía en el centro de nuestra atención en una perspectiva histórica; todo esto con la convicción de saber que el pasado representa una fuerza, y no una carga que el hombre debe sobrellevar y de cuyo peso muerto podemos o debemos liberarnos en la marcha hacia el futuro (Arendt, 2003)[1]. Una fuerza en nuestro caso – la de la autonomía -, que es menester resignificar con el propósito de reflexionar la institución universitaria del país de cara a los diversos e ingentes desafíos que nos plantea el mundo contemporáneo.


Esa reivindicación de la autonomía parte de la premisa de reconocer, pues, que dicho principio – recordamos aquí las palabras de Weinberg (2001) – es uno de esos temas de gran significación histórica que mantienen su vigencia porque precisamente siguen conservando vivos sus fermentos y su mensaje. Y también, al tomar en cuenta el carácter polémico de ese principio en su trayectoria histórica, sostenemos que tal reivindicación exige una precisión del significado de éste – además de su resignificación – dado que no se puede obviar que dicho término a lo largo de su historia ha sido objeto de interpretaciones diversas y hasta de definiciones contrapuestas (Finocchiaro, 2004) ligadas a saberes y hechos contextualizados en el tiempo, en un espectro variado de posiciones donde destacan la de quienes, por un lado, hablan de la autonomía universitaria como un mito que en lugar de esclarecer oscurece y trabuca la realidad, y la de quienes, por el otro, optan por asumirla como ejercicio de determinadas libertades por parte de los actores fundamentales de la comunidad universitaria (Sosa Wagner, 2007).

Con base en estas ideas – y además con el convencimiento de que las inquietudes que éstas generan es preciso contextualizarlas en cada país - el autor del presente trabajo ha incursionado en el examen de la autonomía universitaria en Venezuela, centrando su atención en tres objetivos básicos:

1) En primer lugar, relatar – con la complejidad que juzgamos indispensable[2] - las vicisitudes de la autonomía universitaria en su recorrido histórico en Venezuela, desde el siglo XVIII hasta los primeros años del siglo XXI, tomando como referencia fundamental el caso específico de la universidad de mayor tradición, prestigio e importancia del país: La Universidad Central de Venezuela.

De este modo, con ubicación en el contexto venezolano y en esta institución, nuestro interés se centró en exponer, en ese período histórico, las dificultades y bondades que han significado para el quehacer de la Universidad esos avances y retrocesos en el ejercicio autonómico en sus distintas dimensiones; en el entendido de que para alcanzar una universidad autónoma, sin aduanas para el pensamiento, con libros de las más heterodoxas doctrinas filosóficas, con pleno derecho a la elección de sus autoridades académicas, se necesitaron años y siglos de lucha (Leal, 1983).

Tal aproximación histórica la consideramos de gran importancia para mostrar- como dice Soriano (2005) - los elementos relevantes de la peculiaridad venezolana de la autonomía universitaria y esclarecer su circunstancia actual, en la perspectiva de contribuir a la comprensión de su sentido y significado y a fin de saber, además, de qué manera esa práctica autonómica ha dejado su huella ejemplar y eficiente en las diversas expresiones de la vida venezolana a lo largo del tiempo. Aquí insistimos en retomar la preocupación por la “adecuación histórica de la universidad al país”:

Cuestiones como el concepto mismo de adecuación histórica, aplicado a la Universidad; su medición y la objetividad posible en esta última tarea, así como la evolución de aquel concepto, aplicado esta vez a la relación entre la Universidad y el Estado venezolano, debían ser estudiadas si se pretendía planificar el desarrollo de la institución. Es decir, que se necesitaba buscar en el pasado las grandes líneas que, atravesando el presente, se proyectasen hacia el futuro (Caballero, 1974: Pág. 5)

2) En segundo lugar, se insiste en contribuir a hacer más visibles algunas contribuciones importantes de la universidad autónoma - centrando la atención en la Universidad Central de Venezuela - en lo atinente fundamentalmente al forjamiento de la democracia en el país en el transcurso del siglo XX, considerando la influencia de esa institución en la generación de movimientos y en el papel e impacto de diversos actores de la vida nacional en la instauración y consolidación de la democracia en la sociedad venezolana durante el período antes indicado.

3) En tercer lugar, se trata de repensar, con base en la resignificación del principio de de autonomía universitaria, las respuestas a algunos de los retos relevantes de la universidad venezolana actual. Al plantear esto lo hacemos con la convicción de que el repensar la universidad venezolana fundamentado en el ejercicio autonómico, fortalece el mencionado principio, potencia ese poder liberador del mismo, del cual nos habla Becerra (2003): “…un poder que tenía un profundo contenido liberador, compartido, democrático y perfeccionador, que se extendía a todos los miembros de la comunidad universitaria” (Pág. 17).

Es importante tener en consideración que la referencia al carácter dinámico de la autonomía universitaria en América Latina – y por consiguiente, a la necesidad de repensarla – es sustentada en algunos casos bajo el argumento de que hoy:
(…) no es posible seguir postulando el mismo tipo de categorías de análisis y los mismos mecanismos institucionales de relación entre universidad y Estado en un contexto donde: (i) se tiende a reforzar la democracia, (ii) el Estado ha perdido gran parte de los instrumentos que tradicionalmente le permitían regular la economía, y (iii) asistimos a fenómenos muy importantes de erosión del Estado-Nación, ya sea a través de procesos de descentralización o de procesos de construcción de entidades políticas supranacionales (Tedesco, 2005: Pág. 80).

De modo similar, dice Vaccareza (2006):

En la medida en que América Latina ha entrado en un largo período de gobiernos constitucionales, el argumento de la reivindicación política de la autonomía frente a la represión ha perdido capacidad de legitimación. En este contexto, la cuestión de la autonomía se ha ido perfilando recurrentemente con nuevas connotaciones y significados, poniéndose más en evidencia su carácter polisémico (Pág. 34).

Con este objetivo se ha querido argumentar, entonces, la necesidad fundamental de repensar el principio de autonomía universitaria en la tarea de construir las respuestas de la universidad venezolana a algunos de los retos que se le plantean hoy a nuestra educación superior, entre ellos, de manera particular, el que tiene que ver, por ejemplo, con las exigencias de la rendición de cuentas a la sociedad, el cual abordamos desde diferentes perspectivas y en sintonía con las propuestas de reforma de ese nivel educativo que emergen en distintos países – en especial en América Latina y el Caribe – a partir de la década de los ochenta del siglo XX.

En esto nos animó el convencimiento de que es necesario que la universidad sea más proactiva que reactiva en la reivindicación de la autonomía, a fin de responder a sus grandes desafíos actuales y futuros. No se trata sólo de defender dicho principio ante cualquier intento de vulneración del mismo, sino también de nutrirlo en su ejercicio, de potenciarlo cotidianamente como eje transversal de las respuestas que debemos construir y desarrollar los universitarios ante las exigencias que nos plantea la sociedad contemporánea. En esta perspectiva pensamos que en este tiempo la tarea de repensar la universidad y el cometido de repensar y resignificar la autonomía universitaria en Venezuela son dos exigencias fundamentales e indisociables. Sin duda alguna, hoy siguen vigentes las palabras dichas por Febres Cordero (1959) a mediados del siglo pasado:

(...) autonomía y reforma son términos interdependientes y solidarios, una es indispensable a la otra, y las dos concurren a una finalidad común: el mejoramiento de la Universidad.
Conceder autonomía a una Universidad que no se reforma, o trata de reformarse, es tan contraproducente o perjudicial, como reformarla sin concederle su autonomía (Pág. 20)

 [1] Dice esta autora: “...no sólo el futuro – ‘la ola del futuro’ – sino también el pasado se ve como una fuerza, y no, como en casi todas nuestras metáforas, como una carga que el hombre debe sobrellevar y de cuyo peso muerto el ser humano puede, o incluso debe, liberarse en su marcha hacia el futuro” (Arendt, 2003: Pág. 24)
[2] Lo que quiere decir, procurando siempre ir más allá del simple relato de fechas y hechos con la incorporación de elementos de análisis que favorezcan la clara y cabal comprensión de los avances y retrocesos de la autonomía universitaria en sus diversas dimensiones a lo largo del período histórico considerado.

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