Eleazar Narváez
Hoy, una vez más, en distintos países del mundo se plantea la urgente necesidad de transformar la educación en atención a las exigencias del tiempo que ahora vivimos. En diferentes rincones del planeta constatamos el reclamo de que las instituciones educativas, y la educación superior en particular, deben ponerse en sintonía con lo que está sucediendo más allá de los límites de los espacios donde desarrollan sus actividades. En algunas ocasiones ese llamado aparece ligado básicamente al reconocimiento de viejos problemas no resueltos, mientras que en otras surge como producto de la concienciación de nuevos desafíos a los que debe enfrentarse la educación superior en general, sin descartar la preocupación por enfrentar determinados retos de tiempos pasados que no dejan de estar presentes en nuestras sociedades. En ambos casos se evidencia, desde luego, un descontento, una insatisfacción y un deseo de cambiar y mejorar lo que se hace en materia educativa a escala mundial, aun cuando es menester no perder de vista las importantes diferenciaciones que tales ópticas comportan en el abordaje de este asunto.
Ciertamente la reforma o transformación de la educación superior que se plantea en diferentes contextos nacionales y regionales aparece motivada muchas veces por la necesidad de resolver cuestiones que durante muchos años no habían podido abordarse o atenderse satisfactoriamente. En el caso particular de la situación actual de la educación superior latinoamericana, caracterizada por su diversidad, es preciso tener en consideración, además de tensiones acumuladas desde hace varios años, varios retos emergentes que la dinámica de la sociedad global ha producido.
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