domingo, 17 de julio de 2011

Asedio intelectual

Juan Cristóbal Castro Kerdel
Tal Cual, 17/07/11
¿ Cuál es la relación entre las universidades y el intelectual? Al parecer ninguna. Hoy se puede ser crítico, viniendo de la música (Bob Dylan o Fito Páez), del cine (Spike Lee o Win Wenders), o del periodismo (Jon Lee Anderson oRyszardKapuscinski). No es necesaria una formación universitaria para abrir debates, y para ponernos a pensar y desmantelar lugares comunes. El mundo sin duda es más rápido y complejo que las bibliotecas y los salones de clase.

Pero no siempre la realidad está "afuera". Lo que sabemos de ella, su sentido, no es un invento de los ojos de quien la mira.

Es por el contrario una creación de la historia, la tradición y la cultura, donde libros y bibliotecas cumplen el papel de soportes técnicos que guardan y divulgan sus recorridos, cambios y trayectorias. La universidad es un lugar de saber fundamental en el uso, actualización e interpretación de los contenidos de esos soportes.

En ella se auspician investigaciones científicas, se arman y articulan teorías sociales y emancipatorias, se discuten y analizan temas culturales de actualidad, se forman ciudadanos, se critica.

El mundo globalizado nos pide analizar con cuidado fenómenos cada vez más complejos, como el terrorismo, el impacto de las nuevas tecnologías, o la ecología. Sucesos que necesitan de la consulta del científico y la reflexión del filósofo, de la cultura del letrado humanista y la experiencia del sociólogo. Todos ellos, y otros más, necesitan de la investigación profesional.

Cuando el presidente anuncia que la cuarta república era pura decadencia, cualquiera podría pensar que se refiere a los gobiernos después del 27 de febrero, y no a todos los gobiernos que vinieron después de Páez. El estudioso bien puede mostrarnos que ese bloque es mucho más complejo de lo que se trata de proponer.

Hay verdades que se pueden criticar desde los medios, hay otras que requieren mayor atención analítica, discursiva, teórica. El mundo dividido entre buenos y malos sólo les sirve a los mediocres y a los totalitarios.

En países como Cuba o Irán no hay autonomía universitaria, y permiten sólo a un grupo privilegiado la investigación y el acceso al conocimiento, siempre y cuando no critiquen al régimen imperante. Su misión se reduce en el fondo al de justificar el relato oficial.

En países como Alemania, Francia o Inglaterra el intelectual es el académico que ya está cerca de jubilarse, quien tiene un gran prestigio al introducir temas de discusión y reflexión, al andar contra la corriente y mantenerse actualizado. Así lo fueron Derrida y Gadamer. Lo son hoy en día Habermas y Todorov.

La universidad es importante por dos razones. Primero, porque le ofrece al estudioso instrumentos (como bibliotecas, referencias y contactos) para llevar a cabo sus indagaciones. Y segundo, porque propicia un nivel de exigencia para el análisis que busca rigor, ponderación y cierto nivel de auto-crítica, tratando de ser lo más cercano posible a la verdad.

Los artistas o periodistas están presos por las demandas de lo inmediato, y pueden equivocarse más fácilmente, cayendo en el simplismo para tratar de ser claros y concisos, o simplemente para llamar la atención. Los intelectuales con formación académica tienden, por el contrario, a ser más incisivos y cuidadosos en sus análisis, a trabajar tópicos que no necesitan de la demanda de la actualidad y por ello pueden tener más libertad para trabajar, y más espacio y tiempo para realizar sus indagaciones con cuidado y detenimiento.

Sin esos espacios, estamos condenados al dominio de los lugares comunes, a la dictadura del raiting, a las manipulaciones de los populistas, a las invectivas de los anarquistas de segunda, y a los relatos paranoicos de los radicales de pasillo, por no mencionar las tergiversaciones de los voceros irresponsables de países foráneos.

Las universidades están a punto de morir. Sin un sueldo digno, sin prestigio, calidad y excelencia, poco tiempo les queda. Para la discusión pública, vital en una democracia plural, esto significa eliminar un espacio de crítica, reflexión e investigación. Si los académicos no hablan, nos quedaremos con militares y expertos que sólo vociferan contra el imperialismo y el mundo liberal, como si todo fuera un solo bloque.

¿Le duele esto a alguien? Por lo visto, sólo a los mismos académicos, que ganan menos que un taxista o un limpiador de vidrios de carro.

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