Rafael Cordera Campos
Dian Sheinbaum Lerner
Los cambios que ha vivido la educación superior frente a los procesos de globalización, la revolución científica y tecnológica y la consolidación del conocimiento como un factor indispensable para el desarrollo económico y social de los países, han sido materia de diversas investigaciones.
Hoy día se reconoce que la educación superior constituye un pilar fundamental que contribuye, en términos generales, a desarrollar la productividad laboral, la energía empresarial y con ello la calidad de vida; a promover la movilidad social y la participación política; a fortalecer la sociedad civil y estimular el gobierno democrático.1
En la llamada sociedad del conocimiento, la educación superior es un agente clave en los procesos de modernización de todos los países del mundo. Como fue señalado en la Conferencia Regional de la UNESCO en 1996, "la educación general, y la superior en particular, deben ser instrumentos esenciales, de valor estratégico, para enfrentar exitosamente los desafíos del mundo moderno y para formar ciudadanos capaces de construir una sociedad más justa y abierta, basada en la solidaridad, el respeto de los derechos humanos, el uso compartido del conocimiento y la información".2
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