Miguel Ángel Aguayo López
La Universidad ha sido testigo, a veces también víctima o verdugo, de la evolución de una sociedad que ha avanzado entre la tradición y el progreso, entre las viejas costumbres y las más avanzadas investigaciones, en un continuo desarrollo de carácter político, económico y social que le han afectado muy cerca y que, como se ha dicho, le obliga a mantener una activa y tensa vigilia ante las invasiones foráneas.
La no dependencia de otros para la creación de ciencia y de conocimiento, junto con la libertad para la expresión de las ideas propias y de la confrontación respetuosa con las de los demás, son las bases en las que sentó el principio de autonomía universitaria, dicho principio irrenunciable para que la universidad cumpla con los objetivos que la sociedad le demanda se ve con frecuencia, aun en nuestros días, pisoteado.
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