miércoles, 3 de agosto de 2011

Los aspirantes excluidos de las universidades públicas

Luis Porter
LAISUM, 25/07/2011

Hay dos cosas que indignan en relación con la exigua cantidad de estudiantes que ingresan a las universidades públicas en México: 1) la indiferencia general ante el hecho, que da lugar a argumentaciones y justificaciones inaceptables; 2) la poca conciencia que muestran los estudiantes ya aceptados ante el altamente elitista privilegio que implica obtener dicho estatus. Si escuchamos a los dirigentes estudiantiles que hoy luchan en Chile, con amplios logros y articulado discurso, veremos que nuestros estudiantes no muestran dos atributos básicos insoslayables: asumir su juventud, y ser más aguerridos.

Quiero poner un ejemplo significativo que ocurre en un sistema político donde es imposible aceptar a una minoría infame de los aspirantes que cumplen los requisitos para ingresar a la educación superior. En el extremo sur de América Latina, todos los aspirantes que llenan los requisitos tienen la oportunidad de ingresar a la universidad. Todos. Basta llenar la solicitud de ingreso, una vez completado el ciclo escolar anterior. Pero ¿cómo puede ser que esto ocurra, y por qué? ¿Acaso no son países con problemas económicos y limitaciones no tan ajenas o lejanas a las nuestras?...

La respuesta se compone de varios factores algunos de los cuales quiero esbozar aquí: + Es imposible políticamente rechazar a los estudiantes, porque simplemente éstos no se dejan y su malestar tiene la suficiente fuerza como para que el sistema responda con formas de solución. Los estudiantes deben de asumir su poder y ejercerlo. + Los profesores y profesoras trabajan más de los que nosotros estamos habituados a trabajar aquí. Somos un país que trata mal a los estudiantes y demasiado bien a los académicos. O, si se quiere, los académicos han logrado afianzarse y descomprometerse en sus nichos invulnerables de trabajo. Hay que quitar la plaza definitiva.

¿Qué hacen en aquellos países del cono sur? En lugar de aplicar un esquemático examen de ingreso (sumamente criticable), abren un período de un año de cursos, durante el que el estudiante, ya ingresado como universitario, pasará por procesos de enseñanza aprendizaje que permitirán a sus profesores/as y a ellos mismos, decidir si permanecen en la universidad. Para poder lograr este ingreso, la universidad se masifica, sí, lo cual no tiene nada de malo en nuestra realidad. Universidad social, con grupos grandes, donde todos los espacios son aulas talleres y laboratorios, donde se restringen las oficinas administrativas y sus inútiles salas de juntas, donde los cubículos para la especulación, no son espacios vacíos, perdidos, subutilizados, mal utilizados, obsoletos o innecesariamente aparatosos. La universidad asume su papel certificador, asume su papel formador, y se dedica a ello. Es universidad latinoamericana, multitudinaria, masiva, con grupos enormes que requieren de una pedagogía ad hoc, no copiada ni importada, ni simuladora de primer mundo. Es la universidad pobre en recursos, pero rica en material humano, que acoge a todos y cada uno de los aspirantes, los somete a procesos de trabajo intenso, junto a sus docentes, y de esa manera forman las generaciones de egresados, que después irán por todo el mundo, desplazando u ocupando las plazas de trabajo que no lograron los pocos estudiantes mal tratados y abandonados que forman parte de eso 9 por ciento, que muy pronto se convierte en el 5 porciento, que resta de la deserción provocada por la mala docencia, la docencia indiferente, autoritaria y déspota que bien nos caracteriza.

Todos admiramos a la UNAM. Estamos orgullosos de ella. Lo estamos de todas y cada una de las universidades públicas, por su mera existencia, que significa un logro enorme. ¿Pero qué ocurre adentro de ellas? Los que esperamos y queremos que México despierte, ciframos nuestra esperanza en la juventud. Pero no es posible convertir a las tiernas generaciones que salen del nivel medio superior, en una juventud arrinconada, no respetada, agredida por los que deberían ser sus maestros y las autoridades educativas.

Sin embargo, hay jóvenes que no se conforman con la situación. Algunos de ellos han organizado en el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) (http://aspirantesexcluidos.blogspot.com/ comitedeaspirantes@gmail.com) y han logrado algunos avances en acordar mayores cuotas. Me pregunto si siguen de cerca lo que ocurre en estos otros países a América Latina. Me pregunto si tienen conciencia de que no se trata de ampliar cuotas y obtener unos cuantos lugares, sino de abrir la universidad a Todos los que aspiran a ingresar a ella, indiscriminadamente. No puede aducirse falta de recursos, en un país donde los millones bailan en proyectos absurdos y en transas inigualables.

Sigamos en la UNAM que tanto queremos. Ofrece 85 licenciaturas, a las que los 115 mil 736 estudiantes que presentaron un primer examen de ingreso, sólo 10 mil 350 (8.9 por ciento) fueron seleccionados. En el segundo Concurso de Selección, el mes pasado, junio11, sólo obtuvo un lugar uno de cada 10 aspirantes. Lo anterior quiere decir que de los 59 mil 87 jóvenes que presentaron el examen, sólo 6 mil 14 consiguieron matricularse en la máxima casa de estudios. Las cifras son crueles, ofrecieron 5 mil 691 lugares, y se ven forzados a aceptar la magra suma de 323 jóvenes más que cumplieron con los aciertos requeridos o más para acceder a alguna licenciatura. Algunas carreras son altamente elitistas y restringidas: la Facultad de Medicina, la más demandada, con 3 mil 258 aspirantes, dejó entrar a apenas 155. Los absurdos y limitados exámenes ofrecen 120 opciones, que en el caso de Medicina obligan a no acertar menos que 116. Cabe mencionar el nuevo campus de la UNAM en León, Guanajuato, donde de 641 solicitudes para Fisioterapia, sólo se aceptó a 40 alumnos.

Muchos estudiantes ingresan por pertenecer al sistema de bachillerato de la UNAM, pero ¿qué pasa con los jóvenes egresados de escuelas diferentes? Dependen de sus aciertos en una única mañana, en que se someten a la azarosa y arbitraria prueba de opción múltiple. ¡Qué manera tan poco original y creativa, democrática o seria de tratar al muchacho o muchacha de 18 años que apenas está saliendo de la adolescencia! ¡Qué cruel forma de cerrar puertas!... ¡Qué insensible manera de nutrir el camino a la delincuencia o al ingreso a instituciones llamadas universidades que no son más que negocios inescrupulosos!... (Continuará en la próxima entrega).

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