miércoles, 31 de agosto de 2011

Dice mi amigo Mario

Ignacio Ávalos Gutiérrez
El Nacional, 31/08/11

I. Mario, mi amigo chileno, es un ingeniero "puesto en los comienzos de la tercera edad", según le gusta decir, vive en Santiago, en algún tiempo fue militante socialista y ahora se proclama como "izquierdista independiente".

Fue un perseguido de Pinochet, que le obsequió catorce años de exilio, pero no tiene torturas en su haber ni muertos que llorar entre sus familiares cercanos. Lleva unos días en Caracas y la semana pasada lo invité a almorzar para que me explicara la indignación de los estudiantes de su país

II. El modelo económico puesto a punto en 1973, en tiempos de la dictadura militar, está vigente hoy en día. Lo que los gobernantes no comprenden, me dice, es que la indignación no proviene de la cantidad de celulares que tiene la gente (las redes sociales no fabrican conflictos ni protestas, subraya), sino a la irritación por el clasismo, la inequidad y la segregación social, que en Chile alcanzan niveles dramáticos, con todo y pertenecer al club de la OECD (Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo).

Los estudiantes tienen razón al plantear la necesidad de cambios profundos, pendientes después de 20 años de democracia pospinochetista. Mi país tomó el sendero del capitalismo más radical, el de Estados Unidos, y es bueno saber, me advierte, que la otrora famosa educación pública de ese país ha caído en las últimas décadas. Lo ha señalado Obama y hay estudios que lo confirman, dice, mientras echa mano de una carpeta que saca de su viejo maletín y lee (me da la referencia del documento que cita "Pathways to Prosperity", elaborado en la Universidad de Harvard): "El sistema educativo está dañado severamente. Si fallamos en resolver agresivamente este desafío se va a erosionar el tejido social de nuestra nación". Algo así pasa en mi país porque la educación universitaria siguió el mismo patrón general del modelo económico y si bien es cierto que aumentó sensiblemente la cobertura, hay una segregación tanto en los resultados académicos (la calidad promedio deja mucho que desear) como en la composición social del alumnado en las universidades. Hay una suerte de apartheid educativo, del cual las universidades con fines de lucro son un componente nefasto, junto, claro, con la disminución del financiamiento estatal, no sólo durante el período neoliberal sino también en la etapa de la Concertación y ni se diga ahora en los planes del presidente Piñera.

Cuando vamos en el postre se pregunta si hay maneras de transitar gradualmente desde un modelo discriminatorio y con fines de lucro a uno más democrático y menos mercantilista. El mismo se contesta sugiriendo un modelo educativo mixto, que le ofrezca distintas opciones ideológicas a los padres, pero con una condición no negociable: en cada lugar de Chile debe existir una oferta de educación pública buena y gratuita que le ofrezca esa alternativa republicana a la gente, cueste lo que cueste.

III. Camila Vallejos, la dirigente de los estudiantes declaró: "El punto central de la protesta es la recuperación del derecho a la educación pública y de calidad, porque la Constitución que nos dejó la dictadura puso esa responsabilidad en las familias chilenas, y nosotros consideramos que es un derecho fundamental que el Estado debe garantizar". Por eso mi amigo Mario, en los comienzos de su tercera edad, cierra filas con los indignados veinteañeros.

Harina de otro costal Estamos en tiempo de elecciones, aunque no estamos en tiempo de elecciones. Esta confusión la tiene clara el Gobierno y no hay gesto suyo en el que las votaciones presidenciales no estén en la mira, y por eso Perogrullo cree que a la oposición tiene encima una situación complicada. Cierto, cualquier cosa que haga o diga será entendida como un intento de desestabilizar, apoyado por el imperialismo, con más ganas que nunca, luego de lo de Libia, de ponerle la mano al país; es decir, a su petróleo.

Así, desde la superioridad moral con la que se piensa en los lados oficiales no hay alternativa posible. La oposición es apátrida y golpista tanto si critica el sistema de contabilidad de las areperas socialistas como si solicita equilibrio de parte de la Fuerza Armada. Desde el código políticooficialista, siempre estará bajo sospecha y, lo peor, bajo la amenaza de una sanción.

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