jueves, 11 de agosto de 2011

Patrimonio y conocimiento

Bartomeu Marí
La Vanguardia, 11/08/11

El nuestro es un país deficitario en conocimiento sobre el presente. La clásica oposición entre el desarrollo y la productividad de los conocimientos científicos por una parte y de los de humanidades por la otra ofrece ahora un paisaje en el cual las humanidades en general han perdido prestigio ante los saberes técnicos. Jordi Llovet lo apunta en su último libro, Adéu a la Universitat, donde relata con precisión la desmembración de las enseñanzas humanísticas y la pérdida de relevancia de estos conocimientos. Esta falta de relevancia social y la ausencia de producción historiográfica que tenga por objeto el pasado reciente son todavía más graves: los estudios de arte de nuestro tiempo son prácticamente inexistentes.

Una publicación del Clark Institute for Visual Arts del 2003 argumentaba el divorcio entre los dos ámbitos de elaboración de las narraciones históricas por excelencia: The two art histories. The museum and the University certifica el divorcio, en el mundo anglosajón, entre el museo y la academia. El historiador de arte puede desarrollar el sentimiento de que al museo le interesan más el número de visitantes, generar ingresos y encontrar patrocinios; el conservador de museo puede cultivar la idea de que el historiador trabaja desde un perfil demasiado teórico, que no le deja disfrutar de los potenciales y las cualidades sensibles de las obras. En el mundo latino, los contextos francés e italiano han producido autoridades respecto al arte moderno y las vanguardias históricas, pocas en el ámbito del arte más próximo a nuestro tiempo. Difícil de historiar, precisamente porque es próximo, el arte contemporáneo se deja acariciar por la opinión del crítico, pero el historiador apenas lo ha empezado a peinar.

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