Eleazar Narváez
Tal Cual, 04/07/12
En el supuesto negado de que Hugo Chávez sea reelecto y ponga en marcha el programa de gobierno que consignó al CNE, con toda seguridad se decretaría la muerte de la educación democrática en nuestro país. Ésta sería considerada una de esas herencias del Estado burgués que habría que “pulverizar” para acelerar la transición al socialismo bolivariano del siglo XXI, según lo expuesto en dicho programa. Se le sustituiría por una educación con la “nueva ética, moral y espiritual de la sociedad” que emergería con la implantación de ese socialismo autocrático. La misma sería indispensable para configurar, dicho con las palabras de aquél, “una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material…”; pero eso sí, bajo los imperativos de un Estado signado por el fundamentalismo autoritario y un exacerbado presidencialismo.
La búsqueda de solidaridades automáticas en torno a los objetivos del mencionado programa, sin la debida reflexión y ponderación crítica, sería uno de los factores primordiales del papel que cumpliría la educación. Ello supondría una fuerte carga de ideologización en la acción educativa, con el diálogo y el pluralismo reducidos a su mínima expresión. Al servicio de una hegemonía que no favorecería una verdadera convivencia democrática y negaría la autonomía y la dignidad personal. Muy atrás, en un segundo o en un tercer plano, si acaso, quedaría la preocupación por el valor del conocimiento y de la educación como palancas fundamentales del desarrollo.
Desde el sagrado templo del pensamiento único y con la aspiración a una convivencia basada en la uniformidad, con exclusión de la diferencia, se pretendería fraguar esa solidaridad y fraternidad alrededor de los temas medulares de los cinco objetivos históricos plasmados en el documento antes referido: La independencia nacional, el socialismo bolivariano del siglo XXI, la conversión de Venezuela en un país potencia, una nueva geopolítica internacional y la preservación de la vida en el Planeta y la salvación de la especie humana. El secuestro de la subjetividad de los venezolanos en función de tal propósito, ése sería el rol ignominioso que se le asignaría a nuestra educación.
A lo largo de los últimos catorce años, son varias las señales peligrosas que hemos recibido de eso que se quiere implantar a la sombra del totalitarismo que mañana podría cubrir toda la vida del país: prácticas y contenidos de enseñanza que distorsionan nuestra historia, promueven identidades indignantes y alimentan el odio y el resentimiento; censura de libros, acoso a centros educativos no controlados por el régimen; hegemonía comunicacional oficialista para la ideologización; estigmatización de la ciencia considerada burguesa, etc.
Son hechos que hoy se le atribuyen al régimen presidido por la misma persona que en un acto en el Fuerte Tiuna dijo recientemente, con el mayor irrespeto y altisonancia, que no es venezolano quien no es chavista.
¿Cabría esperarse algo distinto de él en los próximos años?
Desde el sagrado templo del pensamiento único y con la aspiración a una convivencia basada en la uniformidad, con exclusión de la diferencia, se pretendería fraguar esa solidaridad y fraternidad alrededor de los temas medulares de los cinco objetivos históricos plasmados en el documento antes referido: La independencia nacional, el socialismo bolivariano del siglo XXI, la conversión de Venezuela en un país potencia, una nueva geopolítica internacional y la preservación de la vida en el Planeta y la salvación de la especie humana. El secuestro de la subjetividad de los venezolanos en función de tal propósito, ése sería el rol ignominioso que se le asignaría a nuestra educación.
A lo largo de los últimos catorce años, son varias las señales peligrosas que hemos recibido de eso que se quiere implantar a la sombra del totalitarismo que mañana podría cubrir toda la vida del país: prácticas y contenidos de enseñanza que distorsionan nuestra historia, promueven identidades indignantes y alimentan el odio y el resentimiento; censura de libros, acoso a centros educativos no controlados por el régimen; hegemonía comunicacional oficialista para la ideologización; estigmatización de la ciencia considerada burguesa, etc.
Son hechos que hoy se le atribuyen al régimen presidido por la misma persona que en un acto en el Fuerte Tiuna dijo recientemente, con el mayor irrespeto y altisonancia, que no es venezolano quien no es chavista.
¿Cabría esperarse algo distinto de él en los próximos años?
No hay comentarios:
Publicar un comentario