Mariano Nava Contreras
El Universal, 25/05/12
No hay dos edificios que representen visiones del mundo más opuestas. El
uno encarna la supremacía de la fuerza, la confianza ciega en el poder
de las armas, el ideal guerrero, la creencia en que el devenir de la
humanidad se basa en la dominación, el sometimiento y la conquista. Su
fin y su razón de ser tienen un objeto muy claro: el poder. El otro se
inspira en los poderes de la razón y de la ciencia, en el ideal del
científico, del humanista, en el convencimiento de que nuestro fin
consiste en transformar y optimizar el mundo a través del conocimiento,
su objeto último consiste en la herramienta creadora por excelencia: el
saber.
Por ello el militar no debe debatir ni cuestionar, su norma de conducta se reduce a un solo principio: la obediencia. El intelectual y el científico en cambio están obligados a discutir, a investigar, a problematizar el mundo para poder perfeccionarlo, corrigiéndolo y mejorándolo. Su norma es la inconformidad y la rebeldía, sin las cuales es impensable un mundo mejor. Pero hay otro punto en el que ambos difieren radicalmente. Aquellos suponen una casta cerrada en un mundo compuesto de diferencias en conflicto. La única interacción posible es el combate. La única solución es la victoria o la derrota, la muerte o la humillación del enemigo. La vida militar es impensable en un mundo sin guerras, donde no luchen unos pueblos contra otros, o a veces, lo más triste, hermanos de un mismo pueblo. Su norma es la exclusión y la diferencia. Su credo, la superioridad de unos sobre otros por la fuerza de las armas. El cuartel, en última instancia, es una institución trágica que se alimenta de tragedias. La Universidad, por el contrario, nació hace casi mil años (aunque en realidad es mucho más antigua) con la idea de aglutinar todo el conocimiento humano, con la voluntad de perfeccionar todos los talentos, todas las habilidades. De ahí su nombre, Universitas studiorum, la totalidad de los estudios. Su ideal es la inclusión y la apertura, su ambición el mejoramiento de la vida humana. Las universidades pueden tener muchos defectos, pero nadie negará que sin ellas la civilización sea impensable. La Universidad es, pues, la institución filantrópica por excelencia. Así, el soldado y el académico representan dos actitudes opuestas ante la vida. Ello explica por qué se la llevan tan mal.
El cuartel y la Universidad se parecen sin embargo en dos cosas. En primer lugar, se trata de dos edificios públicos. Eso significa que comparten un mismo espacio urbano. Se tienen que adaptar a las condiciones que les impone la ciudad y la geografía, física y humana. El cuartel, como la Universidad, se debe a una comunidad, de ella viven y para ella trabajan. Cuando el cuartel o la Universidad pierden el contacto con su comunidad y comienzan a actuar de espaldas a ella inician un extraviado camino que los lleva a su propia destrucción. Pero hay otro punto en común. Tanto el cuartel como la Universidad tienen una estructura jerárquica que marca su organización. El cuartel posee una jerarquía militar basada en el mérito guerrero. A nadie se le ocurriría proponer que un General fuera electo por los votos de la recluta. De igual manera, la Universidad posee una jerarquía académica basada en el mérito académico, y que debe ser elegida por los académicos.
No nos engañemos. Estas similitudes no hacen sino remarcar las diferencias fundamentales entre ambas instituciones ¿Cuál es entonces la solución para este antagonismo? A algunos les gustaría pensar que es la aniquilación definitiva de las universidades, pero ello significa caer en la lógica de la confrontación. La violencia por un lado y la razón por el otro, el cuartel y la Universidad desempeñan funciones muy diferentes, es verdad, pero necesarias en un mismo cuerpo que se llama nación y sociedad. El secreto de este equilibrio y convivencia está en la democracia, el sistema en el que cada cual ocupa su lugar y se le respeta
Por ello el militar no debe debatir ni cuestionar, su norma de conducta se reduce a un solo principio: la obediencia. El intelectual y el científico en cambio están obligados a discutir, a investigar, a problematizar el mundo para poder perfeccionarlo, corrigiéndolo y mejorándolo. Su norma es la inconformidad y la rebeldía, sin las cuales es impensable un mundo mejor. Pero hay otro punto en el que ambos difieren radicalmente. Aquellos suponen una casta cerrada en un mundo compuesto de diferencias en conflicto. La única interacción posible es el combate. La única solución es la victoria o la derrota, la muerte o la humillación del enemigo. La vida militar es impensable en un mundo sin guerras, donde no luchen unos pueblos contra otros, o a veces, lo más triste, hermanos de un mismo pueblo. Su norma es la exclusión y la diferencia. Su credo, la superioridad de unos sobre otros por la fuerza de las armas. El cuartel, en última instancia, es una institución trágica que se alimenta de tragedias. La Universidad, por el contrario, nació hace casi mil años (aunque en realidad es mucho más antigua) con la idea de aglutinar todo el conocimiento humano, con la voluntad de perfeccionar todos los talentos, todas las habilidades. De ahí su nombre, Universitas studiorum, la totalidad de los estudios. Su ideal es la inclusión y la apertura, su ambición el mejoramiento de la vida humana. Las universidades pueden tener muchos defectos, pero nadie negará que sin ellas la civilización sea impensable. La Universidad es, pues, la institución filantrópica por excelencia. Así, el soldado y el académico representan dos actitudes opuestas ante la vida. Ello explica por qué se la llevan tan mal.
El cuartel y la Universidad se parecen sin embargo en dos cosas. En primer lugar, se trata de dos edificios públicos. Eso significa que comparten un mismo espacio urbano. Se tienen que adaptar a las condiciones que les impone la ciudad y la geografía, física y humana. El cuartel, como la Universidad, se debe a una comunidad, de ella viven y para ella trabajan. Cuando el cuartel o la Universidad pierden el contacto con su comunidad y comienzan a actuar de espaldas a ella inician un extraviado camino que los lleva a su propia destrucción. Pero hay otro punto en común. Tanto el cuartel como la Universidad tienen una estructura jerárquica que marca su organización. El cuartel posee una jerarquía militar basada en el mérito guerrero. A nadie se le ocurriría proponer que un General fuera electo por los votos de la recluta. De igual manera, la Universidad posee una jerarquía académica basada en el mérito académico, y que debe ser elegida por los académicos.
No nos engañemos. Estas similitudes no hacen sino remarcar las diferencias fundamentales entre ambas instituciones ¿Cuál es entonces la solución para este antagonismo? A algunos les gustaría pensar que es la aniquilación definitiva de las universidades, pero ello significa caer en la lógica de la confrontación. La violencia por un lado y la razón por el otro, el cuartel y la Universidad desempeñan funciones muy diferentes, es verdad, pero necesarias en un mismo cuerpo que se llama nación y sociedad. El secreto de este equilibrio y convivencia está en la democracia, el sistema en el que cada cual ocupa su lugar y se le respeta
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