Andrea Small Carmona
El Nacional, 11/05/12
La polémica desatada por el video Caracas, ciudad de despedidas, dejó mucho más que memes criollos en Facebook y amenazas en Twitter a los realizadores. Con un ojo un poco más crítico, inspira también un análisis sobre cuán grave es la pérdida de aquellos jóvenes que fueron educados en el país y que ahora se quieren ir sin considerar, ni siquiera, una posible fecha de regreso.
Y es que, comparado con otros países de la región Suramérica, Venezuela pareciera estar atrasada en lo que a programas de repatriación de talentos se refiere.
Mientras en países como Argentina, el programa Raíces ha logrado que regresen desde 2008 más de 800 profesionales, en Venezuela, las cifras de salida son cada vez mayores.
Claudio Bifano, presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, señala que pareciera que la política gubernamental actual es alentar a la gente preparada para que abandone el país. "Esto es gravísimo, porque la pérdida de capital humano no sólo va a estancar al país, si no que lo va a hacer retroceder de manera significativa. La gente que está abandonando el país ha tenido una educación de calidad y puede ser considerada como una emigración de lujo, que reporta grandes beneficios a los países que los reciben. Es una pena que el país no pueda garantizar las condiciones mínimas de desarrollo para hacer que ellos se queden", expresó.
Como una medida paliativa a este problema, la Academia de Ciencias ha puesto en marcha dos iniciativas, que aunque no fomentan la repatriación de talento, sí intentan fortalecer los lazos y las comunicaciones entre la comunidad de científicos venezolanos que están en el exterior y los que están en el país.
La primera es el programa José María Vargas, cuyo objetivo es establecer programas conjuntos de cooperación y ampliar las posibilidades de estudiantes venezolanos de obtener pasantías de posgrado en el exterior. "Cada año, la Academia invita a 4 o 5 investigadores venezolanos radicados fuera del país, para que pasen varios días aquí y puedan recorrer instituciones y así generar redes de intercambio de conocimiento. No podemos hacer más porque el presupuesto que tenemos solo alcanza para eso. No tenemos estímulo gubernamental para este programa y dependemos exclusivamente de las donaciones de algunas compañías que comprenden la importancia de esta misión", señaló Bifano.
Adicionalmente, la Academia creó hace poco la Red de Jóvenes Investigadores de Venezuela, formada hasta ahora por 80 investigadores menores de 45 años de edad, con doctorado y radicados en el país.
"Es un esfuerzo por hacer un reconocimiento a las nuevas generaciones, y hacerlas sentir que sí hay gente que valora y reconoce el trabajo que hacen", dijo Bifano. La red también entrega cada año el premio Arnoldo Gabaldón.
Sin retorno. Benjamín Scharifker, rector de la Universidad Metropolitana y ex presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, explicó que quienes piensan que no hace falta el que se va sino el que se queda, podrían tener una visión incorrecta de la situación. "Aquí todos son necesarios. No se puede despreciar el talento de nadie", afirmó.
Algunas estimaciones ubican el número de venezolanos expatriados en cerca de un millón. Sin embargo, para Scharifker la cifra no es lo más relevante: "La fuga de talentos es una situación que merece ser atendida, no importa si son mil o uno solo el que se quiere ir del país. Este fenómeno social lo único que pone evidencia es lo poco atractiva que resulta para los jóvenes la vida en Venezuela, porque necesitan buscar en el exterior lo que no pueden conseguir aquí: realización personal".
En Venezuela, la educación de un estudiante universitario de pregrado cuesta alrededor de 10.000 bolívares anuales.
En el caso de las instituciones privadas, los estudiantes y sus familias asumen estos costos, pero en las casas de estudio públicas, como la Universidad Central de Venezuela o la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, es el Estado quien paga la educación de los cursantes. "Pero lo más importante no es ni siquiera la inversión que el Estado hace en un ciudadano para que se prepare, si no el retorno financiero que el ejercicio profesional de esa persona podría generar al país", explicó Scharifker.
Por ejemplo: el país invierte 50.000 bolívares en la educación de un abogado, un médico o un periodista en una universidad pública. Pero la verdad es que esa persona, una vez graduada, va a producir muchísimo más de 50.000 bolívares a lo largo de su vida.
Si ese profesional se va, contribuye con la economía del lugar a donde llega. "A Venezuela no le queda nada de ese retorno. Así se mide la afectación", dijo Scharifker.
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Y es que, comparado con otros países de la región Suramérica, Venezuela pareciera estar atrasada en lo que a programas de repatriación de talentos se refiere.
Mientras en países como Argentina, el programa Raíces ha logrado que regresen desde 2008 más de 800 profesionales, en Venezuela, las cifras de salida son cada vez mayores.
Claudio Bifano, presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, señala que pareciera que la política gubernamental actual es alentar a la gente preparada para que abandone el país. "Esto es gravísimo, porque la pérdida de capital humano no sólo va a estancar al país, si no que lo va a hacer retroceder de manera significativa. La gente que está abandonando el país ha tenido una educación de calidad y puede ser considerada como una emigración de lujo, que reporta grandes beneficios a los países que los reciben. Es una pena que el país no pueda garantizar las condiciones mínimas de desarrollo para hacer que ellos se queden", expresó.
Como una medida paliativa a este problema, la Academia de Ciencias ha puesto en marcha dos iniciativas, que aunque no fomentan la repatriación de talento, sí intentan fortalecer los lazos y las comunicaciones entre la comunidad de científicos venezolanos que están en el exterior y los que están en el país.
La primera es el programa José María Vargas, cuyo objetivo es establecer programas conjuntos de cooperación y ampliar las posibilidades de estudiantes venezolanos de obtener pasantías de posgrado en el exterior. "Cada año, la Academia invita a 4 o 5 investigadores venezolanos radicados fuera del país, para que pasen varios días aquí y puedan recorrer instituciones y así generar redes de intercambio de conocimiento. No podemos hacer más porque el presupuesto que tenemos solo alcanza para eso. No tenemos estímulo gubernamental para este programa y dependemos exclusivamente de las donaciones de algunas compañías que comprenden la importancia de esta misión", señaló Bifano.
Adicionalmente, la Academia creó hace poco la Red de Jóvenes Investigadores de Venezuela, formada hasta ahora por 80 investigadores menores de 45 años de edad, con doctorado y radicados en el país.
"Es un esfuerzo por hacer un reconocimiento a las nuevas generaciones, y hacerlas sentir que sí hay gente que valora y reconoce el trabajo que hacen", dijo Bifano. La red también entrega cada año el premio Arnoldo Gabaldón.
Sin retorno. Benjamín Scharifker, rector de la Universidad Metropolitana y ex presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, explicó que quienes piensan que no hace falta el que se va sino el que se queda, podrían tener una visión incorrecta de la situación. "Aquí todos son necesarios. No se puede despreciar el talento de nadie", afirmó.
Algunas estimaciones ubican el número de venezolanos expatriados en cerca de un millón. Sin embargo, para Scharifker la cifra no es lo más relevante: "La fuga de talentos es una situación que merece ser atendida, no importa si son mil o uno solo el que se quiere ir del país. Este fenómeno social lo único que pone evidencia es lo poco atractiva que resulta para los jóvenes la vida en Venezuela, porque necesitan buscar en el exterior lo que no pueden conseguir aquí: realización personal".
En Venezuela, la educación de un estudiante universitario de pregrado cuesta alrededor de 10.000 bolívares anuales.
En el caso de las instituciones privadas, los estudiantes y sus familias asumen estos costos, pero en las casas de estudio públicas, como la Universidad Central de Venezuela o la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, es el Estado quien paga la educación de los cursantes. "Pero lo más importante no es ni siquiera la inversión que el Estado hace en un ciudadano para que se prepare, si no el retorno financiero que el ejercicio profesional de esa persona podría generar al país", explicó Scharifker.
Por ejemplo: el país invierte 50.000 bolívares en la educación de un abogado, un médico o un periodista en una universidad pública. Pero la verdad es que esa persona, una vez graduada, va a producir muchísimo más de 50.000 bolívares a lo largo de su vida.
Si ese profesional se va, contribuye con la economía del lugar a donde llega. "A Venezuela no le queda nada de ese retorno. Así se mide la afectación", dijo Scharifker.
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