Eleazar Narváez
Tal Cual, 18/11/11
Hoy recuerdo con nitidez aquel día cuando mi hijo Carlos Ernesto, en ese entonces estudiante de Geografía de la UCV, me acribilló con varias preguntas que no dejaron de inquietarme: ¿qué es la autonomía para ustedes? ¿Por qué hablan tanto de la autonomía si nuestra universidad padece de innumerables problemas internos? ¿Autonomía para qué, viejo? Después de cinco años vuelven a mi memoria esas cuestiones que recibí como una interpelación en ese momento, precisamente cuando me desempeñaba como Vicerrector Académico de esa institución. Son interrogantes que en aquellas circunstancias me invitaron a una mayor reflexión, y en la actualidad siguen exigiendo respuestas muy distintas a las que hemos dado y aún continuamos ofreciendo los universitarios. Esto lo digo con la mayor convicción.
¿Y acaso en la difícil situación que vive la universidad autónoma en el presente,no escuchamos voces de diferentes actores de la comunidad universitaria que se lamentan de la menguada capacidad de movilización en torno al concepto de autonomía universitaria? ¿Es que dicho término ya no logra aunar las voluntades de los universitarios en la defensa de su institución ante los graves ataques que sufre hoy en día de modo sistemático? ¿En verdad hay consenso y claridad acerca de lo que significa hoy la defensa de la autonomía universitaria? Son preguntas que también desafían nuestra acostumbrada manera de pensar y actuar en relación con lo que consideramos, no obstante, un principio clave en la vida universitaria.
Tres planteamientos fundamentales cabe hacer en la búsqueda de respuesta a tales cuestiones. En primer lugar, es preciso advertir que la existencia de la autonomía universitaria no se expresa sólo en lo que está plasmado en la Constitución y las leyes respectivas. Hay una autonomía de "carne y hueso", una autonomía en ejercicio, como parte de un proceso que se desarrolla en ciertas condiciones y con unos protagonistas concretos. En Venezuela son notorios los esfuerzos gubernamentales para deteriorar al máximo ese ejercicio autonómico por distintos medios, con recurrentes presupuestos deficitarios, ataques violentos por parte de grupos afectos al régimen, acoso moral y simbólico, entre otros.
En segundo lugar, es urgente emprender el rescate del sentido fundamental de la autonomía universitaria, con la clara precisión de que las múltiples dimensiones de ésta (académica, administrativa, financiera, etc.) estén al servicio de aquél en los diversos espacios del quehacer universitario. Lamentablemente esto parece haberse desdibujado.
Por último, hay que abocarse a la búsqueda de mecanismos para que la autonomía, sin discriminaciones, sea hecha suya, sentida como un bien primordial e indispensable, por cada uno de los miembros de la comunidad universitaria.
Afortunadamente, estas reflexiones tendremos la oportunidad de continuarlas en este espacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario