Eleazar Narváez
Tal Cual, 23/11/11
El principio universitario sigue incólume ahí, sin modificarse, en la Carta Magna del año 2000, en la Ley de Universidades de 1970 y en la Ley Orgánica de Educación de 2009. Aparentemente no hay de qué quejarse. Los voceros del régimen dicen que no pasa nada, que la universidad sigue siendo autónoma. Y otros, de modo verdaderamente sorprendente, afirman que esa institución es hoy más autónoma que nunca. En ese plano, en el de la letra constitucional y en el de los textos legales, todo muy bien, disfrutamos de autonomía universitaria, la vigencia de ésta no se ha quebrantado.
Pero dolorosamente, en otro plano, en el de los hechos, la realidad dice otra cosa. Desgraciadamente, como lo he sostenido en reiteradas ocasiones, la autonomía en nuestro país tiende a convertirse, cada vez con mayor intensidad, en letra muerta. Vuelvo a señalar esto en unas circunstancias en las que se producen otros ataques terroristas a la UCV para desestabilizarla, con un saldo de dos vehículos incendiados y una única respuesta institucional, la de sus autoridades me refiero, que promueve de modo incomprensible la desmovilización de la comunidad universitaria, al suspender, desde el martes 15 de los corrientes, todas las actividades hasta nuevo aviso.
Estos hechos, aunados a varios otros ocurridos recientemente días atrás, tales como la toma violenta del edificio del rectorado y el secuestro de autoridades y trabajadores, con el uso de artefactos explosivos, así como las agresiones a miembros de los centros de estudiantes de las Escuelas de Derecho, Ciencias Políticas y Estudios Internacionales, no hacen más que profundizar la ruptura del ejercicio autonómico en nuestra institución, ya seriamente afectado tanto por la asfixia presupuestaria que le impone el Gobierno, como por las recurrentes arbitrariedades del Tribunal Supremo de Justicia, entre otros factores.
No menos graves resultan algunas señales de conformismo y pasividad ante tales hechos. Sería muy terrible que éstos desencadenaran en los miembros de la comunidad universitaria un miedo paralizante, con poca o nula capacidad para enfrentar esa violencia más allá de la queja y la denuncia permanente en los diferentes medios de comunicación.
Recuerdo ahora unas palabras de Almudena Grandes, contenidas en un artículo suyo publicado en El País el pasado 14 de este mes, las cuales, si bien estuvieron dirigidas a los españoles con motivo de sus elecciones el 20 de noviembre, podrían inspirarnos un poco para responder a los grandes retos que hoy tenemos en la UCV y en las demás universidades aún no secuestradas por el régimen: “Nuestro futuro está en nuestras manos, pero todos los caminos para conquistarlo pasan por la derrota de la resignación”
Derrota, en nuestro caso, de la resignación al deterioro progresivo y letal de las condiciones necesarias para el ejercicio de la autonomía.
Pero dolorosamente, en otro plano, en el de los hechos, la realidad dice otra cosa. Desgraciadamente, como lo he sostenido en reiteradas ocasiones, la autonomía en nuestro país tiende a convertirse, cada vez con mayor intensidad, en letra muerta. Vuelvo a señalar esto en unas circunstancias en las que se producen otros ataques terroristas a la UCV para desestabilizarla, con un saldo de dos vehículos incendiados y una única respuesta institucional, la de sus autoridades me refiero, que promueve de modo incomprensible la desmovilización de la comunidad universitaria, al suspender, desde el martes 15 de los corrientes, todas las actividades hasta nuevo aviso.
Estos hechos, aunados a varios otros ocurridos recientemente días atrás, tales como la toma violenta del edificio del rectorado y el secuestro de autoridades y trabajadores, con el uso de artefactos explosivos, así como las agresiones a miembros de los centros de estudiantes de las Escuelas de Derecho, Ciencias Políticas y Estudios Internacionales, no hacen más que profundizar la ruptura del ejercicio autonómico en nuestra institución, ya seriamente afectado tanto por la asfixia presupuestaria que le impone el Gobierno, como por las recurrentes arbitrariedades del Tribunal Supremo de Justicia, entre otros factores.
No menos graves resultan algunas señales de conformismo y pasividad ante tales hechos. Sería muy terrible que éstos desencadenaran en los miembros de la comunidad universitaria un miedo paralizante, con poca o nula capacidad para enfrentar esa violencia más allá de la queja y la denuncia permanente en los diferentes medios de comunicación.
Recuerdo ahora unas palabras de Almudena Grandes, contenidas en un artículo suyo publicado en El País el pasado 14 de este mes, las cuales, si bien estuvieron dirigidas a los españoles con motivo de sus elecciones el 20 de noviembre, podrían inspirarnos un poco para responder a los grandes retos que hoy tenemos en la UCV y en las demás universidades aún no secuestradas por el régimen: “Nuestro futuro está en nuestras manos, pero todos los caminos para conquistarlo pasan por la derrota de la resignación”
Derrota, en nuestro caso, de la resignación al deterioro progresivo y letal de las condiciones necesarias para el ejercicio de la autonomía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario