lunes, 7 de noviembre de 2011

Siempre presente

Ildemaro Torres
El Nacional, 07/11/11

La universidad es, y lo he dicho tantas veces, parte esencial de mi vida, y por eso he procurado no idealizarla al punto de volverla una abstracción; prefiero tener una noción real de ella y de lo mucho que significa, en términos de quiénes conformamos su conglomerado humano, ese que la Ley de Universidades define como comunidad armónica; prefiero percibir el valor de quienes, en razón de su entrega y la calidad de su trabajo, constituyen sus pilares fundamentales, con una trayectoria académica que los honre en lo personal y dignifique a la institución.

Desde hace años me permití definir como mi maestro al doctor Luis Plaza Izquierdo, porque la suma de sus virtudes humanas, ciudadanas y universitarias, unida a su sólida formación científica y humanística le conferían como una resultante natural ese rango, y porque cerca de él sus discípulos nos beneficiábamos del trasiego de su experiencia, de sus conocimientos y de los frutos de sus reflexiones.

Catedrático titular de Anatomía en la Facultad de Medicina de la UCV, hasta la investidura de vicerrector. Fue un convencido del valor pedagógico del buen ejemplo, implícito en la dedicación y el sentido de responsabilidad de un docente. Consideraba como una necesidad que un profesor universitario sea un ente sensible y culto; en relación con lo cual su lección personal de humanismo se expresaba en su pasión por la música, la pintura y la literatura, y con sus artículos de prensa sobre historia y temas universitarios. Si siempre lo recuerdo, ¿por qué esta evocación tan específica cerca de cumplirse 30 años de su fallecimiento? y ¿por qué en este momento? Porque junto al deseo de honrar su memoria está mi convicción de que profesores como él eran universitarios genuinos, a quienes realmente les importaba el destino de cada uno de sus alumnos; así como pensaban preocupados en el país y en nuestro deber de propiciarle al mismo el mejor de los futuros; y está plenamente justificado evocarlo cuando nuestras universidades son agredidas por el Gobierno y pandilleros armados, haciéndolas objeto de acciones de crasa brutalidad, como el estrangulamiento económico y como la destrucción vandálica de instalaciones y dotaciones. Asimismo, cuando el caudillo monta sus espectáculos televisivos de desbordante vulgaridad, duele ver en pantalla a egresados conocidos, riendo gozosos y adulantes la ordinariez de su jefe, degradando con ello las instancias que se empeñaron en darles una adecuada formación.

Vuelvo al maestro Plaza Izquierdo con dos citas, de lo que oído a él se nos quedaba como lección para toda la vida. En 1965, en el acto de graduación de la promoción de médicos que lleva su nombre les dijo: "La tarea que vosotros tendréis por delante como generación, será la de responder a las legítimas aspiraciones de inmensas masas humanas, de tener una vida sana, honesta y creadora"; y en un discurso de 1973: "Los universitarios tenemos un empeño de amor con el Alma Máter, que hemos aceptado libremente, una obligación que nos anima a luchar con tenacidad por su destino", "nuestra Universidad siempre ha sido el refugio ­en especial en las horas tenebrosas de las dictaduras que hemos padecido­ de la cultura, de la ciencia, de la belleza y de la verdad" y concluía: "La vida institucional de la universidad necesita la vigencia dentro de su recinto, del pensamiento crítico, el libre análisis de las ideas y la facultad de disentir, bases fundamentales de la libertad de cátedra y de investigación. Deber de todos es procurar que esta institución siga siendo recinto abierto a todas las corrientes del pensamiento, y donde puedan realizarse todas las manifestaciones culturales en un ambiente de respeto y dignidad".

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