Heinz Sonntag
El Nacional, 02/11/11
La Universidad con mayúscula es para mí el conjunto de universidades autónomas, experimentales y privadas, con sus características de ser críticas, plurales, democráticas y dedicadas a las funciones que les son inherentes desde la creación de las primeras de Occidente en el siglo XII: formar corporaciones de estudiantes y docentes, realizar la docencia y la investigación y ser como tales importantes loci de las sociedades para su integración y cohesión, vía la extensión. En este sentido, las instituciones de "educación universitaria" creadas por la revolución bolivariana (u otras revoluciones tendencialmente totalitarias parecidas en otras partes) no pertenecen al mundo de la universidad, aunque tengan el nombre, pues su objetivo no es la creación científico-intelectual y la convivencia académica, sino el adoctrinamiento en una determinada ideología.
Es de todos sabido que la universidad ha sido objeto de ataques desde los inicios de la "revolución", los cuales han venido agudizándose a lo largo de lo que el "oficialismo" llama "el proceso". Desde 2007 en adelante, el objetivo de los ataques ha devenido cada vez más obvio: la eliminación de la universidad, empezando por lo que consideran "la joya de la corona": la Universidad Central de Venezuela. Una forma ha sido el estrangulamiento económico de la universidad mediante presupuestos anuales crecientemente menguados, sin ninguna consideración de las altas tasas de inflación interanuales; un solo ejemplo: el aumento previsto para el año 2012 es apenas de 6,7% en relación con el presupuesto de 2011. Otra han sido los ataques físicos contra instalaciones, especialmente de la UCV, despreciando el carácter de Monumento Cultural de la Humanidad declarado por la Unesco. Adicionalmente, el Poder Ejecutivo y el PSUV han creado grupos de estudiantes (¿y de empleados, trabajadores y profesores?) de sus adeptos que operan con total impunidad, a veces incluso con agresiones contra las autoridades y profesores de reconocida trayectoria democrática.
Otra vez un solo ejemplo: la semana pasada irrumpieron vandálicamente en un acto académico cuyas imágenes han pasado por los medios radiales y televisivos y por la prensa independiente. La reacción de los que somos miembros de la universidad ha consistido y consiste en protestar contra la represión económica, en tratar de no caer en el error de responder con los mismos medios físicos y simbólicos y de ignorar a los atacantes, incluso en casos en los que ellos fueron identificados, así como en el intento de hacer reaccionar a la sociedad para que comprenda que la destrucción de la universidad sería un daño irreversible para todos sus miembros y actores, una diferencia con otros graves daños que la "revolución" ha generado en los últimos 12 años.
Nos critican a los que somos de la universidad porque, a su modo de ver, no estamos dispuestos a hacer transformaciones. Ello es un prejuicio, en el sentido propio de la palabra: un juicio sin fundamento alguno. La razón de este juicio está en el objetivo de los ataques arriba mencionados: la eliminación de la universidad. Es exactamente al revés: como corporación de estudiantes y profesores (y con la ayuda de nuestros empleados técnicos y administrativos), nuestra función es impulsar las transformaciones necesarias, desde adentro, para que la universidad siga cumpliendo sus funciones, necesarias para la sociedad como un todo en un tiempo de profundos cambios que implican también situaciones de crisis que tratamos de vencer con el uso de la razón.
Me excedería en el espacio disponible si entrara en detalles. Simplemente quiero terminar con un llamado: ¡Hagamos todos los ciudadanos democráticos de nuestro país de la salvación de la universidad una obra en conjunto, en paz y libertad!
Es de todos sabido que la universidad ha sido objeto de ataques desde los inicios de la "revolución", los cuales han venido agudizándose a lo largo de lo que el "oficialismo" llama "el proceso". Desde 2007 en adelante, el objetivo de los ataques ha devenido cada vez más obvio: la eliminación de la universidad, empezando por lo que consideran "la joya de la corona": la Universidad Central de Venezuela. Una forma ha sido el estrangulamiento económico de la universidad mediante presupuestos anuales crecientemente menguados, sin ninguna consideración de las altas tasas de inflación interanuales; un solo ejemplo: el aumento previsto para el año 2012 es apenas de 6,7% en relación con el presupuesto de 2011. Otra han sido los ataques físicos contra instalaciones, especialmente de la UCV, despreciando el carácter de Monumento Cultural de la Humanidad declarado por la Unesco. Adicionalmente, el Poder Ejecutivo y el PSUV han creado grupos de estudiantes (¿y de empleados, trabajadores y profesores?) de sus adeptos que operan con total impunidad, a veces incluso con agresiones contra las autoridades y profesores de reconocida trayectoria democrática.
Otra vez un solo ejemplo: la semana pasada irrumpieron vandálicamente en un acto académico cuyas imágenes han pasado por los medios radiales y televisivos y por la prensa independiente. La reacción de los que somos miembros de la universidad ha consistido y consiste en protestar contra la represión económica, en tratar de no caer en el error de responder con los mismos medios físicos y simbólicos y de ignorar a los atacantes, incluso en casos en los que ellos fueron identificados, así como en el intento de hacer reaccionar a la sociedad para que comprenda que la destrucción de la universidad sería un daño irreversible para todos sus miembros y actores, una diferencia con otros graves daños que la "revolución" ha generado en los últimos 12 años.
Nos critican a los que somos de la universidad porque, a su modo de ver, no estamos dispuestos a hacer transformaciones. Ello es un prejuicio, en el sentido propio de la palabra: un juicio sin fundamento alguno. La razón de este juicio está en el objetivo de los ataques arriba mencionados: la eliminación de la universidad. Es exactamente al revés: como corporación de estudiantes y profesores (y con la ayuda de nuestros empleados técnicos y administrativos), nuestra función es impulsar las transformaciones necesarias, desde adentro, para que la universidad siga cumpliendo sus funciones, necesarias para la sociedad como un todo en un tiempo de profundos cambios que implican también situaciones de crisis que tratamos de vencer con el uso de la razón.
Me excedería en el espacio disponible si entrara en detalles. Simplemente quiero terminar con un llamado: ¡Hagamos todos los ciudadanos democráticos de nuestro país de la salvación de la universidad una obra en conjunto, en paz y libertad!
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