Esteban Bullrich y Gabriel Sanchez Zinny
La Nación, 09/05/11
La calidad educativa es todavía un desafío pendiente en la Argentina; un desafío de todos. El último informe PISA (que mide el desempeño en lectura, ciencia y matemática) elaborado por la OCDE, indica que los países de América latina han obtenido resultados muy por debajo del promedio general. En particular, la Argentina se sitúa en el puesto 58 entre 65 países evaluados, lo que, además, implica un deterioro en comparación con sus vecinos regionales.
El puntaje final del país cayó de 418 a 398 durante los últimos diez años. Esto significa que la Argentina no sólo está por debajo del promedio general (496 puntos), sino también peor que todos los países latinoamericanos que forman parte de la prueba, con la excepción de Panamá y Perú (que ocuparon los puestos 62 y 63 respectivamente). En contraste, Chile es el país mejor calificado de la región (44), seguido de Uruguay (47), México (48), Colombia (52), y Brasil (53).
Pero mientras el desempeño educativo es bajo, el gasto promedio en educación en América latina se ha incrementado sensiblemente durante las últimas décadas, e incluso ha alcanzado un nivel similar al de los países de la OCDE. Por ejemplo, en 2009, la Argentina invirtió aproximadamente un 6,45% de su PBI en educación, mientras que los miembros de la OCDE invirtieron en promedio un 6,3 por ciento.
Entonces, ¿por qué los resultados están empeorando en los últimos años? Porque hasta ahora los esfuerzos por mejorar la educación argentina a través de incrementos en fondos destinados a la educación dejaron de lado la importancia de la calidad educativa, y resultaron en desigualdades tanto en la calidad como el acceso a la educación. Por ejemplo, en las provincias con los peores indicadores sociales y económicos se invierte menos dinero por estudiante cada año que en las provincias que gozan de un mayor nivel de desarrollo.
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