Miguel Pineda
El Nacional, 11/05/11
Algunos ideólogos gubernamentales, ante la asfixiante burocracia universitaria y derechización de los factores políticos que operan en su seno y permanecen como invariantes sociales, impiden que la universidad responda a las demandas de formación sociopolítica-técnico-científica que reclama la sociedad moderna.
La tesis que ha prevalecido desde la esfera del poder es la siguiente: las universidades de vieja data no le sirven al modelo socio-político imperante y, por tanto, hay que dejarlas que mueran en sana paz. Acelerar su muerte natural por la vía de la agudización de las contradicciones a partir del estrangulamiento presupuestario. Esta tesis retrasó en diez años la promulgación de la Ley Orgánica de Educación y aún mantiene en el limbo la nueva ley de educación universitaria.
Esa tesis planteada en algunos escenarios académicos creó en el líder de la revolución una imagen distorsionada de las universidades autónomas. Estas universidades han generado conocimiento crítico para la liberación nacional. En ellas se cultivaron la mayoría de los actuales dirigentes nacionales.
Estas instituciones empuñaron el fusil de la liberación nacional y su vanguardia ha acompaño al Presidente en sus luchas. Algún ideólogo de gran influencia en el poder central impuso esa tesis. Por supuesto, al no revisarse la historia revolucionaria de estas universidades centenarias, se cometió el error de apartarlas del proceso y hasta verlas como enemigas. Con la configuración de la nueva Asamblea y con la amplia mayoría parlamentaria, es oportuno rectificar y abandonar esa tesis y reimpulsar el debate acerca de la universidad del siglo XXI. Abandonar la dimensión curricular instrumental que proviene de la década de los setenta, cuyo objetivo estratégico es seguir alimentando el modelo neoliberal global. Es necesario hacernos eco de una universidad sin fronteras, que asimile los diferentes procesos de aprendizaje desde la complejidad.
La tesis que ha prevalecido desde la esfera del poder es la siguiente: las universidades de vieja data no le sirven al modelo socio-político imperante y, por tanto, hay que dejarlas que mueran en sana paz. Acelerar su muerte natural por la vía de la agudización de las contradicciones a partir del estrangulamiento presupuestario. Esta tesis retrasó en diez años la promulgación de la Ley Orgánica de Educación y aún mantiene en el limbo la nueva ley de educación universitaria.
Esa tesis planteada en algunos escenarios académicos creó en el líder de la revolución una imagen distorsionada de las universidades autónomas. Estas universidades han generado conocimiento crítico para la liberación nacional. En ellas se cultivaron la mayoría de los actuales dirigentes nacionales.
Estas instituciones empuñaron el fusil de la liberación nacional y su vanguardia ha acompaño al Presidente en sus luchas. Algún ideólogo de gran influencia en el poder central impuso esa tesis. Por supuesto, al no revisarse la historia revolucionaria de estas universidades centenarias, se cometió el error de apartarlas del proceso y hasta verlas como enemigas. Con la configuración de la nueva Asamblea y con la amplia mayoría parlamentaria, es oportuno rectificar y abandonar esa tesis y reimpulsar el debate acerca de la universidad del siglo XXI. Abandonar la dimensión curricular instrumental que proviene de la década de los setenta, cuyo objetivo estratégico es seguir alimentando el modelo neoliberal global. Es necesario hacernos eco de una universidad sin fronteras, que asimile los diferentes procesos de aprendizaje desde la complejidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario