Tereixa Constenla
El País, 31/05/11
La gran obra de la Real Academia de la Historia, el Diccionario Biográfico Español, presentado con pompa el pasado jueves, ha quedado seriamente noqueada por el escaso rigor científico de algunas biografías de personajes del siglo XX (aunque el rigor presida otras). El fallo original reside en parte del proceso de selección de biógrafos: los historiadores que pertenecen a la Academia pudieron elegir libremente sobre quién escribir, lo que excluyó a sólidos investigadores que no pertenecen a la institución. Luis Suárez, por ejemplo, se ofreció a redactar la entrada de Franco, con el que simpatiza tan abiertamente que fue el único autorizado a consultar los fondos de la Fundación Francisco Franco durante años, invitado por la familia. El resultado de esto es un texto amable y hagiográfico con el dictador -al que nunca se cita como tal, sino como Generalísimo o Jefe de Estado- y que nada tiene que ver con el perfil que habrían redactado otros investigadores. Suárez, que preside la Hermandad del Valle de los Caídos, ignora la documentada represión del régimen y cualquier otro aspecto censurable. La biografía de Azaña ha sido elaborada por el académico Carlos Seco Serrano, en detrimento de Santos Juliá, principal biógrafo del dirigente republicano y que fue descartado en la Academia.
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