Ignacio Ávalo Gutiérrez
El Nacional, 22/06/11
I .En una de sus más célebres frases, Ernesto Guevara decía que cuando lo extraordinario se hace cotidiano es la Revolución.
Hace pocos días, en la Universidad Católica Andrés Bello lo cotidiano se volvió extraordinario y que me perdone el Che si lo cito al revés. Hubo un encuentro para debatir -prefiero, más bien, decir conversar o, mejor aún, platicar, en el idioma de los mexicanossobre el tema universitario. ¿Cuál debe ser la Universidad del Siglo XXI?, fue la pregunta que motivó la cita, ideada para tejer reflexiones -que no respuestas, por ahora-, acerca de los temas que más le conciernen. Hasta la UCAB se acercaron personas con muy distintos puntos de vista y, por supuesto, con fotografías diferentes de la universidad deseable para Venezuela. Personas con orígenes disímiles en lo político y en lo intelectual que se hablaron con respeto, con ganas de oírse, no de imponer, cosa rara por desgracia, en el país en el que ahora vivimos, tomado por asalto por la intransigencia, disfrazada de apego sagrado a los principios ideológicos.
Lo dicho, lo cotidiano se volvió extraordinario y, de nuevo, mis excusas al Che.
II. La Universidad es una institución en crisis desde hace rato, en muchos lados. Es una crisis de legitimidad, dicen, porque se la cuestiona desde afuera y se multiplican y cambian las demandas sobre ella. Que hay que revisarla de pies a cabeza y transformarla es la consigna. Que sea más útil a la sociedad, tal como asoma ésta en la época actual, y que rinda cuentas pareciera ser el acuerdo general. Y, de allí en adelante, casi todo lo demás es divergencia y debate, también en Venezuela, desde luego, se examinan los modos de financiamiento, su forma de gobierno, la orientación y la naturaleza de sus actividades de investigación, la masificación, la calidad, la autonomía, la pertinencia social, la organización interna, el movimiento estudiantil y otros asuntos más. Se trata, en fin, de una agenda amplia y compleja cuya consideración es prioritaria, como pocas, si el país toma en serio los signos de los tiempos, con sus principales condimentos: la globalización (o mundialización, conforme a la preferencia política de cada quien), la llamada sociedad del conocimiento (y la sociedad del riesgo, su contracara) y el cuestionamiento cada vez más severo, por razones ecológicas, políticas, económicas y sociales, de los actuales paradigmas de desarrollo, por sólo nombrar tres cosas que hacen insoslayable la discusión.
III. Ojalá esta conversación extraordinaria, pero que debió ser cotidiana (y dale con el Che), en la UCAB marque un estilo en nuestro trato del tema universitario.
Un estilo que deje ver que sí se puede hablar con amplitud y que es necesario hacerlo porque en este caso no nos podemos dar el lujo de ser sectarios ni fanáticos (y perdón por la redundancia).
Como tampoco podemos, por cierto, darnos el lujo de evadir los cambios requeridos. Esto último lo señalo porque se ven universitarios satisfechos, como si todo estuviera bien, mejor imposible.
Harina de otro costal De nuevo, el casi eterno problema carcelario venezolano. Esta vez, otra vez, la prisión del Rodeo, en donde, a fin de asomar una explicación sencilla, y no perdernos en detalles escabrosos, diré que 3.000 personas habitan en un lugar pensado para alojar 700. Allí, después de varios días de violencia y por lo menos dos decenas de muertos, se ha recabado una prueba más, por si hiciera falta, del fracaso de la política penitenciaria del país.
El presidente Chávez guarda silencio, no se lo oye ni por el twitter, mientras el ministro Tareck el Aissami intenta, por su lado, lavarle el rostro al Gobierno y anunció -con cara de cómo no se nos ocurrió antes ¡carajo!- la creación del Ministerio del Poder Popular para la Atención Integral Penitenciaria, una medida concebida, suponemos, para intimidar la realidad a fin de que no siga haciendo de las suyas. Sin embargo, uno, incrédulo a fuerza de tanta retórica, piensa que, aún con el nuevo ministerio, el del Rodeo será apenas el penúltimo episodio de violencia en nuestras cárceles.
Un estilo que deje ver que sí se puede hablar con amplitud y que es necesario hacerlo porque en este caso no nos podemos dar el lujo de ser sectarios ni fanáticos (y perdón por la redundancia).
Como tampoco podemos, por cierto, darnos el lujo de evadir los cambios requeridos. Esto último lo señalo porque se ven universitarios satisfechos, como si todo estuviera bien, mejor imposible.
Harina de otro costal De nuevo, el casi eterno problema carcelario venezolano. Esta vez, otra vez, la prisión del Rodeo, en donde, a fin de asomar una explicación sencilla, y no perdernos en detalles escabrosos, diré que 3.000 personas habitan en un lugar pensado para alojar 700. Allí, después de varios días de violencia y por lo menos dos decenas de muertos, se ha recabado una prueba más, por si hiciera falta, del fracaso de la política penitenciaria del país.
El presidente Chávez guarda silencio, no se lo oye ni por el twitter, mientras el ministro Tareck el Aissami intenta, por su lado, lavarle el rostro al Gobierno y anunció -con cara de cómo no se nos ocurrió antes ¡carajo!- la creación del Ministerio del Poder Popular para la Atención Integral Penitenciaria, una medida concebida, suponemos, para intimidar la realidad a fin de que no siga haciendo de las suyas. Sin embargo, uno, incrédulo a fuerza de tanta retórica, piensa que, aún con el nuevo ministerio, el del Rodeo será apenas el penúltimo episodio de violencia en nuestras cárceles.
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