Emiro Rotundo
El Nacional, 17/06/11
Algunas cosas debo decir en relación con el artículo de A. Fergusson y R. Lanz del día 13/04/11 en este mismo espacio titulado "Para cambiar de verdad ". 1.- Se dice: "La crisis actual de la universidad es parte inherente de los atascos de una institución inviable como modelo de organización".
Pregunta: Si es un modelo inviable de organización, ¿cómo es posible que se haya mantenido durante tanto tiempo y que haya sido, además, tan resistente a los cambios que en diversas oportunidades se han querido hacer? Respuesta: No es inviable, porque ese modelo organizativo está perfectamente adaptado a lo que históricamente ha sido y ha querido ser la universidad: un mecanismo para la capacitación del alumnado en el desempeño profesional; es decir, una enseñanza encaminada al otorgamiento de licencias legales para el ejercicio de carreras liberales en cuyos programas de estudio las ciencias básicas son admitidas luego de ser previamente adjetivadas para servir específicamente a cada campo de aplicación profesional.
Esa organización, apta para ese fin, está basada en el modelo napoleónico (del siglo XIX), consistente en una federación de facultades y escuelas autárquicas, sin elemento integrador entre ellas que las capaciten para actuar corporativamente en búsqueda de un fin distinto del ya señalado. El asentamiento de toda la enseñanza está en la cátedra, unidad operativa básica de docencia a cargo de un titular designado mediante procedimientos burocráticos.
Esta estructura organizativa federalista, profesionalista, autárquica, elitista, duplicativa, inflexible, autocrática y burocrática está bien adaptada a los fines tradicionales de una sociedad que sólo en parte tiene pie en el siglo XXI.
Pregunta: Si es un modelo inviable de organización, ¿cómo es posible que se haya mantenido durante tanto tiempo y que haya sido, además, tan resistente a los cambios que en diversas oportunidades se han querido hacer? Respuesta: No es inviable, porque ese modelo organizativo está perfectamente adaptado a lo que históricamente ha sido y ha querido ser la universidad: un mecanismo para la capacitación del alumnado en el desempeño profesional; es decir, una enseñanza encaminada al otorgamiento de licencias legales para el ejercicio de carreras liberales en cuyos programas de estudio las ciencias básicas son admitidas luego de ser previamente adjetivadas para servir específicamente a cada campo de aplicación profesional.
Esa organización, apta para ese fin, está basada en el modelo napoleónico (del siglo XIX), consistente en una federación de facultades y escuelas autárquicas, sin elemento integrador entre ellas que las capaciten para actuar corporativamente en búsqueda de un fin distinto del ya señalado. El asentamiento de toda la enseñanza está en la cátedra, unidad operativa básica de docencia a cargo de un titular designado mediante procedimientos burocráticos.
Esta estructura organizativa federalista, profesionalista, autárquica, elitista, duplicativa, inflexible, autocrática y burocrática está bien adaptada a los fines tradicionales de una sociedad que sólo en parte tiene pie en el siglo XXI.
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