Marcos Aguinis
La Nación, 15/06/11
LOS pueblos educados trabajan, producen, crean y practican el respeto mutuo entre sus miembros. Pero, como en toda manifestación humana, existen las excepciones. Ahora bien, las excepciones -debe marcarse desde el principio- son eso: solamente excepciones.
La Argentina es el caso notable de un pueblo que se fue conformando con un embarazo difícil, un parto doloroso y una primera infancia llena de sinsabores. Pero en la adolescencia realizó un giro portentoso en materia de educación. Al margen de problemas internos y mundiales, apostó por la educación de una forma vehemente y excepcional. Mientras Juan Bautista Alberdi insistía en que "gobernar es poblar", la elite política e intelectual del país agregaba "sólo se progresa educando". Y puso manos a la obra. En escasas décadas consiguió que un pueblo abrumado de analfabetos comenzara a estudiar. La escuela argentina se convirtió en un templo y una fábrica. Era el motor ardiente del progreso, la armonía social, el anhelo de crecer, la vitamina de la creatividad, la constructora del civismo, la orientadora de conductas y el tonificante de la moral. Las oleadas inmigratorias fueron integradas y en todo el territorio se afirmaron las bases de una convivencia basada en la ley. No fue fácil y, como dije al comienzo, hubo excepciones. Pero fue posible caminar desde la irrelevancia hasta la gloria. En el primer Centenario de nuestra independencia llegamos a ocupar el octavo puesto entre las principales naciones del mundo.
Después, de un modo casi invisible, se introdujo el deterioro. Un deterioro perseverante y mendaz. Es cierto que nunca se dejó de insistir en los méritos de la educación y la necesidad de apoyarla. Pero se fueron trastrocando los valores. En lugar de ser premiado el esfuerzo, se apostó al facilismo. Y se olvidó la importancia de la calidad. Por eso nos encontramos ante paradojas increíbles: el presupuesto destinado a la educación argentina no es inferior al de los países donde titilan los buenos resultados, pero no es un presupuesto que rinda frutos. Ocurre que todos coinciden en la importancia de este rubro, pero pocos se han empeñado en descubrir las razones de su caída. Y aún menos son los que ofrecen propuestas concretas, sabias y valientes para revertir el descenso.
Texto completo
No hay comentarios:
Publicar un comentario