Juan Navarro de San Pio
LAISUM, 18/06/11
La tendencia educativa actual sostiene que la finalidad básica es la rentabilidad: aprender saberes que sean útiles y que propicien un beneficio económico en el futuro. La concesión de becas y proyectos de investigación cada vez se deciden más por su "impacto económico" en la sociedad. La grave coyuntura actual de la crisis -junto a los alarmantes recortes educativos anunciados- no ha hecho más que potenciar esta tendencia desde el punto de vista social y político. En primer lugar, el comprensible temor de las familias a que sus hijos queden fuera del mercado laboral o que no logren rentabilizar suficientemente la inversión efectuada (esfuerzo, tiempo, idiomas, etcétera). Pero también llama la atención el modo de legislar la educación en los últimos años, orientándola principalmente hacia competencias profesionales ampliamente demandadas por la sociedad. Prueba de ello es el llamado Plan Bolonia que recoge esta pedagogía utilitarista donde el mercadolaboral -y no el conocimiento o la ciudadanía- se erige en criterio para fijar la oferta de titulaciones, pudiendo quedar fuera algunos grados universitarios (artes y humanidades, fundamentalmente) que no se ajustasen en el futuro a este criterio de rentabilidad económica.
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