Luis Ugalde
El Nacional, 30/06/11
Esta semana celebramos los 200 años de nuestra Independencia y lloramos los 199 años de la pérdida del castillo de Puerto Cabello y de la Primera República: fracasaron las milicias improvisadas, sin preparación ni disciplina, pero, más que en las batallas, la república se perdió por la ineptitud, mezquindades, divisiones y zancadillas entre sus dirigentes, y por encima de todo porque la mayoría tenía ideas, sentimientos y afectos favorables a Fernando VII.
Es lamentable que la celebración del bicentenario de la república se limite a un desfile militar.
Gran oportunidad perdida para una reflexión educativa sobre el significado moral, jurídico y religioso del Acta de la Independencia y sobre la necesidad de transformar las ideas y educación de la población e incluir sus aspiraciones sociales en la república. Los cañones a la larga son inútiles frente a las ideas y necesidades.
El Acta de la Independencia es una argumentación civil para defender ante el mundo el derecho de ser pueblo soberano entre otras naciones soberanas y darse un gobierno propio. No se alega la fuerza de las armas, sino la fortaleza de la razón y del derecho natural, puestos por Dios en la condición humana. Derecho que incluye la potestad de rebelarse cuando los gobernantes (en este caso el Gobierno de España) se convierten en déspotas y tiranos.
Es lamentable que la celebración del bicentenario de la república se limite a un desfile militar.
Gran oportunidad perdida para una reflexión educativa sobre el significado moral, jurídico y religioso del Acta de la Independencia y sobre la necesidad de transformar las ideas y educación de la población e incluir sus aspiraciones sociales en la república. Los cañones a la larga son inútiles frente a las ideas y necesidades.
El Acta de la Independencia es una argumentación civil para defender ante el mundo el derecho de ser pueblo soberano entre otras naciones soberanas y darse un gobierno propio. No se alega la fuerza de las armas, sino la fortaleza de la razón y del derecho natural, puestos por Dios en la condición humana. Derecho que incluye la potestad de rebelarse cuando los gobernantes (en este caso el Gobierno de España) se convierten en déspotas y tiranos.
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