Manuel Rodríguez Rivero
EL PAÍS, 16/03/11
La sabiduría también reside en los márgenes. Los coleccionistas lo saben, aunque los marginalia -esos comentarios que desde tiempo inmemorial se han escrito en los libros de otros autores- sigan siendo la bestia negra de los bibliotecarios. No todas las anotaciones marginales cuentan por igual. En mi colegio, por ejemplo, los libros de los alumnos eran sometidos a periódicas revisiones para evitar que los emborronáramos con apostillas impertinentes; pero los profesores que los inspeccionaban apuntaban en los suyos aclaraciones y llamadas a las que más tarde recurrían para explicarnos la lección.
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