miércoles, 16 de marzo de 2011

La Universidad no se rinde

Teodoro Petkoff
Editorial de Tal Cual, 16/03/11
iQué desgraciado el país cuyas universidades deben dedicar cada año ingentes esfuerzos de sus comunidades simplemente para que el gobierno les garantice el presupuesto adecuado para su funcionamiento! ¡Qué desgraciada Venezuela, cuyas universidades públicas y autónomas deben mendigar cada año lo que en justicia les corresponde y sus alumnos, profesores, empleados y obreros, deben recurrir a marchas y huelgas de hambre para pelear por sus derechos! Mientras en todo el mundo, desarrollado o en vías de tal, los gobiernos, cualquiera sea su color, han asumido el desafío de la sociedad del conocimiento, como factor fundamental de sus políticas de de sarrollo, diseñando recursos y políticas a todos los niveles de sus sistemas educativos, el régimen "revolucionario" de Hugo Chávez marcha en sentido exactamente contrario. Mientras China, India, Brasil, Sudáfrica, ponen especial empeño en crear universidades de altísimo nivel, ("elitistas" las llamarían nuestros "revolucionarios"), en las cuales las exigencias para el ingreso son incluso brutales; haciendo de ellas sus principales centros de investigación y desarrollo, en nuestro país, el gobierno, a punta de mezquinar el presupuesto y acosar a las universidades autónomas por todos los medios, ha venido rebajando el nivel académico y científico de esos establecimientos. 
En este país de inflación tan elevada, el presupuesto de las autónomas está congelado desde 2008 (y ya para entonces también era precario), lo cual significa que los sueldos, de por sí bastante bajos, de los profesores, se ven aún más reducidos en su poder adquisitivo.

Un profesor instructor, que es el primer nivel del escalafón, apenas devenga un poco más del salario mínimo y un titular, después de 25 años de carrera, apenas supera los cinco mil bolívares. No existen incentivos para el ejercicio de la carrera y por el contrario, son muy fuertes los estímulos para el éxodo profesoral. Los trabajos de investigación están prácticamente suspendidos. Las bibliotecas no pueden adquirir las revistas científicas, indispensables para mantenerse al día. Los laboratorios languidecen; los comedores universitarios se han visto obligados a suspender sus servicios en varias oportunidades. La docencia, en general, se ve gravemente perjudicada en estas condiciones. No apuntamos hacia la sociedad del conocimiento sino hacia la del atraso y el primitivismo.

¿Cómo explicar esto? ¿Qué razones puede esgrimir el gobierno para justificar este ensañamiento? Aparte de una razón ideológica, apenas enmascarada en la tentativa de Ley de Educación Superior, que debió echar atrás (por ahora), no se nos ocurre otra que la venganza política, la retaliación cobarde frente a instituciones donde jamás ha podido ganar elecciones profesorales y estudiantiles, perdiéndolas todas en correlaciones de 80-20, y donde entre los propios empleados y obreros crece el descontento y nacen nuevas perspectivas para valorar su relación con el régimen.

El espíritu universitario ­crítico, democrático, plural, tolerante y abierto­, jamás será vencido por la sinrazón de la fuerza y de la ignorancia. Ya lo verán.



 


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