Enrique Älvarez y Tomás Ortín
EL PAÍS, 12/03/11
En el debate que distintos sectores de nuestra sociedad mantienen sobre la Universidad, la investigación y sus posibles reformas y mejoras hay un bando bastante numeroso (y, tristemente, influyente) que, si acaso llega a reconocer que ambas están aquejadas de importantes y persistentes problemas, niega rotundamente que los rankings mundiales de universidades tengan alguna validez, que se puedan establecer comparaciones con las mejores universidades e institutos de investigación del mundo y, en última instancia, que debamos siquiera intentar competir con ellos. Parecen decir que nuestras universidades y nuestra ciencia, mejores o peores, son solo cosa nuestra y que fueron creadas para fines distintos o más restringidos que los de Harvard o Cambridge.
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