Daniel Pea
El PAÍS, 04/03/11
Coincido con el profesor Peces-Barba en que los principios de la ética pública, los valores democráticos y la libertad han de presidir las políticas universitarias y los comportamientos de las autoridades académicas. Pero los éxitos de una institución no son solo mérito de estas autoridades, ni actuales ni anteriores, sino, principalmente, de las personas que con su trabajo diario la hacen avanzar.
Hace cuatro años asumí el Rectorado de una Universidad joven y prometedora. El impulso inicial del profesor Peces-Barba, que ha prestado muchos servicios a la sociedad española, entre otros unos excelentes cimientos para el desarrollo de nuestra Universidad, se fue diluyendo en su larga permanencia como rector durante 18 años. Lamento que, olvidando su obligación de neutralidad como exrector, que reconoce en su reciente tribuna de EL PAÍS, pero que nunca ha practicado durante estos cuatro años, el profesor Gregorio Peces-Barba enturbie el proceso electoral entrando en juicios sin fundamento que dañan el prestigio de nuestra universidad y que quiero desmentir con total firmeza: no se ha abierto ninguna puerta falsa para remuneraciones extraordinarias, ni del equipo de gobierno ni de ningún otro colectivo, sino que se han establecido reglas claras y transparentes para obtenerlos que no existían en el periodo anterior. Estas reglas se aplican a todos, sin excepción, incluyendo a los miembros del equipo de gobierno. La referencia que hace a la financiación del prestigioso Instituto que lidera es poco afortunada: en la actualidad, y a diferencia del periodo anterior, todos los institutos de la universidad son evaluados por la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva y reciben una financiación basada en sus resultados, medidos por criterios objetivos y consensuados por todos.
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