Ronald Evans Márquez
El Universal, 18/03/11
En días pasados por razones de trabajo estuve en uno de esos grandes hoteles nuevos de la famosa calle Brickell en Miami. Mi sorpresa fue mayor en esta oportunidad al descubrir que la mitad de los parqueros y botones son de nacionalidad venezolana. Conversando con uno de ellos, me cuenta que es ingeniero recién graduado de la Universidad Simón Bolívar. ¡Qué depresión ver nuestros compatriotas fuera del país teniendo que hacer este tipo de trabajos y con un título universitario de primer nivel! Poco se ha cuantificado en nuestro país el daño económico de esta emigración calificada a los países desarrollados en los últimos años. La llamada "fuga de talento" es equivalente a la fuga de capitales, solo que en esta oportunidad enfrentamos una merma estrepitosa de capital humano.
La fuga de talento produce en la mayoría de los casos un desmejoramiento técnico en el país receptor ("de-skilling" lo llaman los gringos) como bien lo demuestra el caso del compatriota ingeniero de la USB convertido -ojalá por poco tiempo- en parquero. Gran tarea tenemos los que todavía permanecemos en el país para tratar de revertir este fenómeno y hacer de Venezuela el país importador de talento y de oportunidades que éramos y no lo que estamos presenciando en la actualidad. La crisis de las universidades públicas que estamos viviendo es otro síntoma más de la enfermedad. Doy clases en la UCV a tiempo convencional y los sueldos son miserables. Cero ajustes en 3 años en un sueldo ya de por sí risible. Dar clases en Venezuela solo puede ser una actividad a tiempo parcial y por gusto. ¿Podemos así aspirar a universidades de nivel con investigación y desarrollo? ¿Podemos aspirar así a ser así un gran país y que nuestra gente quiera quedarse?
No hay comentarios:
Publicar un comentario