Jesús Ferrero
El PAÍS, 05/03/11
En lo que se refiere al mundo del libro y a lo que ha sido hasta ahora la cultura escrita, y desde Gutenberg también impresa, el desconcierto y el caos empiezan a ser un asunto general, y se está produciendo ya un gran desgarrón, de naturaleza impredecible, entre los que se educaron bajo el signo de la galaxia Gutenberg y los que no, y que resulta evidente a poco que uno observe lo que está pasando.
Pongamos un ejemplo: siguiendo la tradición secular de la prensa, los críticos seguimos examinando novelas excelentes que van apareciendo todos los años, pretendiendo ignorar que el mercado del libro se está muriendo e ignorando, o pretendiendo ignorar, que las obras que juzgamos apenas permanecen un mes en las librerías, suplantadas por la nada o por la infraliteratura que se ha ido apoderando de los escaparates de las librerías. Tampoco parecemos darnos cuenta de que esas novelas que comentamos, y que ocupan cada vez menos espacio en muchas bibliotecas, ya no conquistan tanto la mente de los lectores, que ya solo compran novelas en los supermercados, generalmente históricas, de terror o policiacas.
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