Ana Julia Niño
Tal Cual, 01/03/11
Supo la historia de un golpe, sintió en su cabeza cristales molidos y comprendió que la guerra era la paz del futuro, más o menos eso dice quien un día trató de insuflar ánimos a una supuesta revolución que le sigue pasando facturas a hambrientas almas deseosas de libertades, de sonrisas, de alimentos, pues. A estas alturas del año, del siglo, y con un mundo tan convulso como el que tenemos hoy, seguro que más de uno se debe sentir con ganas de convocar a la lucha armada en nombre de la revolución y del honor de su líder.
Prefiero pretensiones más conservadoras, menos épicas.
Si de algo me sirve asomarme a las vecinas guerras y revueltas populares es para revisar qué tipo de sociedad es la venezolana y preguntar ¿qué permitirá que nos enlacemos en ideas para el país que queremos? Elijo creer en el trabajo de cada quien, en el esfuerzo de cada uno en pos de su alegría, de sus sueños, porque estoy segura que en cada uno de nosotros habita la esperanza de un mundo menos complicado, más sencillo, más alegre, más comprometido con la convivencia y la responsabilidad.
Prefiero pretensiones más conservadoras, menos épicas.
Si de algo me sirve asomarme a las vecinas guerras y revueltas populares es para revisar qué tipo de sociedad es la venezolana y preguntar ¿qué permitirá que nos enlacemos en ideas para el país que queremos? Elijo creer en el trabajo de cada quien, en el esfuerzo de cada uno en pos de su alegría, de sus sueños, porque estoy segura que en cada uno de nosotros habita la esperanza de un mundo menos complicado, más sencillo, más alegre, más comprometido con la convivencia y la responsabilidad.
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