Fernando Yurman
Tal Cual, 06/03/11
La magistral puesta en escena del Informe sobre la banalidad del amor, del escritor argentino Mario Diament, devolvió rápidamente al tapete la controversial relación de Hanna Arendt con Martín Heidegger, sin impedir que los fragmentos enigmáticos de ese idilio todavía floten en el vórtice huracanado del siglo XX. Con esforzada destreza, Diament intentó juntarlos, ordenarlos dramáticamente y procurarles un sentido. Incluso en la benevolencia histórica de la ficción, esa tarea no podía haber sido fácil. Considerado por muchos, también por la misma Arendt, el filósofo más sobresaliente de su tiempo, Heidegger fue también uno de los intelectuales nazis más connotados; es sabido que como rector de Friburgo expulsó judíos y filojudíos, pacifistas y comunistas, y sus convicciones acompañaron el ascenso de "La nueva Alemania".
Hanna Arendt, quizás la mayor estudiosa del totalitarismo, fue una judía que no desconoció el maltrato antisemita, tampoco la expulsión y el campo de detención que anticiparon su exilio. Antes de esos rumbos divergentes, fueron confluidos por una tesis sobre Platón con la que se conocieron de manera no platónica cuando él era un brillante profesor de 35 y ella una prometedora estudiante de 17.
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