Carlos Torres
Tal Cual, 16/03/11
En nuestros días, la universidad venezolana ha rescatado el derecho a participar en el debate sobre una nueva ley que coloque a la institución en capacidad de responder a los retos del siglo XXI y le proporcione las condiciones legales para alcanzar los cambios necesarios. En esta coyuntura, como es natural, el principio de la autonomía universitaria ha sido levantado como un valor intrínseco a la idea misma de universidad. Principio éste que conquista la universidad medieval frente al poder de la iglesia, pero que tiene hoy una significación nueva porque es pieza imprescindible del orden institucional de la sociedad democrática. La universidad en la sociedad democrática es escenario de libertad, de pluralidad y de respeto a las ideas ajenas.
La autonomía es, entonces, el compromiso que asumen las autoridades, en representación de la institución, para el ejercicio responsable de una práctica de gobierno democrático y transparente, frente a su comunidad y frente a la sociedad. Las ideas anteriores sirven para poner en contexto la sorpresa de la comunidad ucevista frente a la información difundida, de que el Vicerrector Académico de la UCV, profesor Nicolás Bianco, haya solicitado la renuncia de sus cargos a los profesores Félix Tapia, Coordinador del CDCH; Alberto Fernández, Coordinador del Consejo de Estudios de Postgrado; Manuel Caetano, Gerente del SICHT. La razón aparente de tan insólita decisión es el hecho de que los mencionados profesores, en ejercicio de su absoluta libertad de opinión, en las recientes elecciones gremiales, apoyaron la plancha que finalmente resultó triunfadora. Este molesto incidente ocurre, además, cuando ha culminado una campaña electoral interna traumática, que por muchas razones debería ser objeto de revisión y autocrítica colectiva por parte de todos los participantes, en beneficio de la recuperación de un clima de convivencia y respeto que tanto necesita la UCV, en estos tiempos de amenazas constantes de parte del gobierno nacional y de sus seguidores internos más violentos. Lo que conviene a la Universidad hoy no es la exacerbación de las diferencias y la crispación entre quienes tienen ópticas distintas frente a diversos asuntos de la institución, es más bien el examen riguroso y diáfano de las cuestiones en disputa, sin agresiones verbales inútiles y sin descalificaciones, en fin, conviene recobrar el espacio de diálogo y respeto propio de la democracia universitaria.
Frente a la dimensión del adversario que hoy amenaza a las universidades luce no sólo inadecuada sino irracional la disputa por la dirección de una institución cuyo destino exige el compromiso de todos y requiere la fortaleza que proporciona una comunidad solidaria. De allí que este escrito quiere ser un llamado a la convivencia y no la reprobación de acciones que considero improcedentes para la vida de la Universidad.
La autonomía es, entonces, el compromiso que asumen las autoridades, en representación de la institución, para el ejercicio responsable de una práctica de gobierno democrático y transparente, frente a su comunidad y frente a la sociedad. Las ideas anteriores sirven para poner en contexto la sorpresa de la comunidad ucevista frente a la información difundida, de que el Vicerrector Académico de la UCV, profesor Nicolás Bianco, haya solicitado la renuncia de sus cargos a los profesores Félix Tapia, Coordinador del CDCH; Alberto Fernández, Coordinador del Consejo de Estudios de Postgrado; Manuel Caetano, Gerente del SICHT. La razón aparente de tan insólita decisión es el hecho de que los mencionados profesores, en ejercicio de su absoluta libertad de opinión, en las recientes elecciones gremiales, apoyaron la plancha que finalmente resultó triunfadora. Este molesto incidente ocurre, además, cuando ha culminado una campaña electoral interna traumática, que por muchas razones debería ser objeto de revisión y autocrítica colectiva por parte de todos los participantes, en beneficio de la recuperación de un clima de convivencia y respeto que tanto necesita la UCV, en estos tiempos de amenazas constantes de parte del gobierno nacional y de sus seguidores internos más violentos. Lo que conviene a la Universidad hoy no es la exacerbación de las diferencias y la crispación entre quienes tienen ópticas distintas frente a diversos asuntos de la institución, es más bien el examen riguroso y diáfano de las cuestiones en disputa, sin agresiones verbales inútiles y sin descalificaciones, en fin, conviene recobrar el espacio de diálogo y respeto propio de la democracia universitaria.
Frente a la dimensión del adversario que hoy amenaza a las universidades luce no sólo inadecuada sino irracional la disputa por la dirección de una institución cuyo destino exige el compromiso de todos y requiere la fortaleza que proporciona una comunidad solidaria. De allí que este escrito quiere ser un llamado a la convivencia y no la reprobación de acciones que considero improcedentes para la vida de la Universidad.
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