Pilar Rahola
La Nación, 13/04/11
¿Qué le ocurre a nuestras Universidades? ¿Aún son el templo de la inteligencia, o se han convertido en un conspicuo reducto de la imbecilidad ilustrada? Y perdonen el supuesto oxímoron de estos dos substantivos, pero sabemos desde que el mundo es mundo que tener un título universitario y haber leído cuatro libros, no significa tener una cabeza bien amueblada. Muy al contrario, la historia está llena de grandes letrados que han construido edificios intelectuales que se caían con el movimiento de un simple naipe.
Este no es un artículo de historia, pero si hacemos un breve repaso de algunos grandes nombres, cuya categoría intelectual no les impidió tener una baja categoría ideológica (e incluso moral), la lista da miedo. Premios Nobel que han defendido a brutales dictadores de izquierdas, líderes de opinión que hace dos días daban la mano a Gadaffi, líderes sociales que se paseaban por Irán como si fuera el paraíso de la libertad, y por el camino de la confusión de conceptos, intelectuales, periodistas, escritores, políticos y el tutti quantti de la izquierda más ruidosa aplaudiendo las locuras de Chávez. Muchos de ellos, gentes de universidad, cuyas lecturas no han sido aprovechadas para la claridad del pensamiento.
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