lunes, 11 de abril de 2011

Universidades: ¡transfórmense!

Rigoberto Lanz
El Nacional, 13/03/11
Recientemente hicimos un foro en el Centro Internacional Miranda sobre el debate universitario donde se pusieron en movimiento las ideas que hemos venido sosteniendo insistentemente en este espacio. Uno de esos asuntos que suscita controversia es precisamente el de las posibilidades de autotransformación de las universidades, es decir, lo que debería ser una cosa normal y corriente, en una organización dotada de los recursos intelectuales para corregirse a sí misma. ¡He allí el misterio! Lo que he planteado de todas las formas posibles no es una tesis inventada por un afán de originalidad; no, es una constatación a la vista de todo el mundo: la universidad no se transforma, permanece inmutable ante los cambios que ocurren a diario a su alrededor, las pequeñas cosas que parecieran cambios son en verdad simulacros para que todo siga igual. No sólo no hay grandes transformaciones, es que las cosas más triviales siguen en el marasmo. (Anécdota: en estos días me tocó visitar la Dirección de Personal de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Tenía un año que no pasaba por allí. Conversando con un viejo amigo que se ocupa de trámites, le pregunté esta elementalidad: ¿Ustedes están conectados con las dependencias de personal de la Universidad Central de Venezuela? ¡No, profesor, tengo años insistiendo y mire! Es decir, que todavía hoy la gente agarra los papeles, los mete en un sobre y tiene que ir físicamente de oficina en oficina. Me parece el colmo de la negligencia, de la falta de imaginación, de la pereza mental de quienes tienen esas responsabilidades).

La gente que no vive muy de cerca lo que es la universidad por dentro se escandaliza de estos comentarios. También aquellos colegas que viven el campus universitario como segunda residencia reaccionan afectivamente como si estuvieran hablando mal de su mamá.

Así es muy difícil que la discusión prospere. Es muy fastidioso estar aclarando que no tenemos ningún interés en tonterías de este tipo. Por ello es vital el desbrozamiento de tantos malentendidos, prejuicios, locateras normalizadas, dogmatismos que van y vienen con toda impunidad, mediocridades que ya se hicieron hábitos de la cotidianidad, disparates que circulan con todo desparpajo, mentalidades arcaicas que desfilan por los cafetines con la mayor desvergüenza.

El impacto intelectual de este marasmo es letal. El vaciamiento teórico del campus universitario ha ocurrido sin pena ni gloria. Que la gente lea, estudie o se preocupe por asuntos trascendentes es una rareza. Los profesores vegetan a la espera de su jubilación y en el camino lo que más preocupa es cuándo pagan. ¿Qué puede esperarse en un clima como éste? No es mucho lo que puede esperarse de este tremedal.

Con ley o sin ley, este mar de fondo es lo que en verdad debe inquietarnos. Usted puede democratizar el acceso... y todo seguirá igual. Usted puede profundizar la autonomía... y todo seguirá igual. Usted puede entregar todo el dinero que haga falta... y todo seguirá igual. Usted puede democratizar el gobierno universitario... y todo seguirá igual.

Usted puede cambiar el pénsum... y todo seguirá igual.

¿Demasiado pesimista? No tanto, tal vez un poco realista, sobremanera después de tantos años conociendo al detalle cómo se bate el cobre en estos ambientes. Yo no apostaría ni un centavo a la posibilidad real de que la universidad cambie por sí sola. No obstante, creo que hay que dar todo el apoyo a los colegas que piensan lo contrario, es decir, dar campo abierto a cualquier iniciativa que provenga de los esfuerzos de tantas personas y grupos que han pasado toda su vida intentando cambiar aparatos, prácticas y discursos allí dentro.

En este punto es saludable recordar las palabras de Sartre: "Siempre será más fácil proclamar que se rechaza que rechazar realmente".

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