Rafael Di Prisco
rdiprisc@yahoo.com
Como soy medio ignorante de los procesos revolucionarios en curso –porque de los pasados conozco algo gracias a los historiadores- no dejo de preguntarme si es que acaso este permanente estado de agitación que se vive en el país sea acaso natural, lógico y necesario, y lo que pasa es que yo no me doy cuenta o no lo entiendo … bueno, por ignorante, por puro bruto o tal vez por senilidad, porque ya de tan viejo no soy capaz de entender lo que sucede alrededor.
Parece que muchos de mi generación como que perdimos el tiempo cuando acudíamos a las aulas del Instituto Pedagógico y luego a las de la UCV. Y también se perdieron los reales que el Estado invirtió en mi formación y en la de muchos otros que ahora, en estos días revolucionarios, atravesamos por la misma confusión. Pero lo más grave es que las dos acreditaciones profesionales me han autorizado a transmitir conocimiento, que no se limita a lo que se suponía había aprendido sino a lo que he agregado en más de medio siglo de estudios y lecturas. Tremenda responsabilidad y tremendo fracaso dirá más de uno ¿verdad? Porque, a pesar de haber estudiado en instituciones orientadas a desarrollar la libertad de pensamiento, nadie me enseñó o nadie me preparó, mejor, a “vivir dentro de un proceso revolucionario”, como el que hemos estado viviendo en esta tierra de gracia, desde el advenimiento a la presidencia del señor comandante.
Es decir, ninguno de los ilustres profesores –que los tuvimos, desde García Bacca hasta Mariano Picón Salas, pasando por Guillermo Pérez Enciso, el cura Montaner y Pedro Grases- nos enseñó cómo se construye y se vive “en la revolución”. Ah! Porque, como puede pretender alguno de los nuevos teóricos, eso no se enseña sino que hay que “vivirlo”, y por eso es que ahora, aquí en Venezuela, el gobierno revolucionario se la pasa peleando con todo el mundo, inclusive con los amigos y los aliados. No nos enseñaron que, sencillamente, la paz en la revolución es inconcebible. Ah! Porque no se puede enseñar lo que no existe.
Creía que, por definición, un gobierno revolucionario se identificaba con la clase obrera, defendía los intereses de los trabajadores y colaboraba en la organización de sindicatos. Pero no es así como se ha comportado el gobierno revolucionario del chavismo sino todo lo contrario. En estos largos años de revolución bonita el gobierno se ha peleado con todo el mundo; no hay un sector de la población civil, con el que no se haya enfrentado, manteniendo una pugna constante, desconociendo sistemáticamente los más elementales derechos universales como el derecho a la contratación colectiva y el derecho a disentir.
Creía que el ejercicio de la política estaba en función de los marginados, de los desposeídos de siempre, pero este gobierno es la negación de esos principios. ¿Y con la universidad? La universidad venezolana es de primera categoría, pero si este gobierno sigue por el camino que va, pues, la convertirá en una de última. Creía que en la educación estaba la fuente del desarrollo de los pueblos, pero esta revolución chavista está empeñada en que es todo lo contrario, que las universidades no están para desarrollar la libertad de conocimiento sino que deben estar al servicio de los intereses de la parcialidad que gobierna; lo que interesa no es la libertad de pensamiento y de expresión sino la sumisión del entendimiento y la nulidad del discurso. Parece que para el gobierno desarrollar la inteligencia es comportamiento de contrarrevolucionarios, y por eso el empeño en destruir la universidad.
Parece que muchos de mi generación como que perdimos el tiempo cuando acudíamos a las aulas del Instituto Pedagógico y luego a las de la UCV. Y también se perdieron los reales que el Estado invirtió en mi formación y en la de muchos otros que ahora, en estos días revolucionarios, atravesamos por la misma confusión. Pero lo más grave es que las dos acreditaciones profesionales me han autorizado a transmitir conocimiento, que no se limita a lo que se suponía había aprendido sino a lo que he agregado en más de medio siglo de estudios y lecturas. Tremenda responsabilidad y tremendo fracaso dirá más de uno ¿verdad? Porque, a pesar de haber estudiado en instituciones orientadas a desarrollar la libertad de pensamiento, nadie me enseñó o nadie me preparó, mejor, a “vivir dentro de un proceso revolucionario”, como el que hemos estado viviendo en esta tierra de gracia, desde el advenimiento a la presidencia del señor comandante.
Es decir, ninguno de los ilustres profesores –que los tuvimos, desde García Bacca hasta Mariano Picón Salas, pasando por Guillermo Pérez Enciso, el cura Montaner y Pedro Grases- nos enseñó cómo se construye y se vive “en la revolución”. Ah! Porque, como puede pretender alguno de los nuevos teóricos, eso no se enseña sino que hay que “vivirlo”, y por eso es que ahora, aquí en Venezuela, el gobierno revolucionario se la pasa peleando con todo el mundo, inclusive con los amigos y los aliados. No nos enseñaron que, sencillamente, la paz en la revolución es inconcebible. Ah! Porque no se puede enseñar lo que no existe.
Creía que, por definición, un gobierno revolucionario se identificaba con la clase obrera, defendía los intereses de los trabajadores y colaboraba en la organización de sindicatos. Pero no es así como se ha comportado el gobierno revolucionario del chavismo sino todo lo contrario. En estos largos años de revolución bonita el gobierno se ha peleado con todo el mundo; no hay un sector de la población civil, con el que no se haya enfrentado, manteniendo una pugna constante, desconociendo sistemáticamente los más elementales derechos universales como el derecho a la contratación colectiva y el derecho a disentir.
Creía que el ejercicio de la política estaba en función de los marginados, de los desposeídos de siempre, pero este gobierno es la negación de esos principios. ¿Y con la universidad? La universidad venezolana es de primera categoría, pero si este gobierno sigue por el camino que va, pues, la convertirá en una de última. Creía que en la educación estaba la fuente del desarrollo de los pueblos, pero esta revolución chavista está empeñada en que es todo lo contrario, que las universidades no están para desarrollar la libertad de conocimiento sino que deben estar al servicio de los intereses de la parcialidad que gobierna; lo que interesa no es la libertad de pensamiento y de expresión sino la sumisión del entendimiento y la nulidad del discurso. Parece que para el gobierno desarrollar la inteligencia es comportamiento de contrarrevolucionarios, y por eso el empeño en destruir la universidad.
Respetable y respetado Prof. Di Prisco, su artículo refleja su excelente capacidad didáctica para expresar en pocas líneas la tragedia que vive la Universidad venezolana y la Academia toda desde la llegada al poder de esta manada de gorilas. Lamentablemente, algunos estudiaron en nuestras aulas, pero el poder y la ambición los deformaron.
ResponderEliminar