Ignacio Zafra
El País, 04/10/11
La Universidad española puede verse como un elemento de neutralización de desigualdades sociales. Algunos datos lo avalan. El 51% de los estudiantes provienen de familias que no accedieron a la educación superior y en ese sentido puede decirse que las facultades funcionan como un ascensor social. La monumental encuesta Condiciones de vida y participación de los estudiantes universitarios en España 2011 ofrece, sin embargo, otra lectura mucho menos optimista en términos de equidad.
Porque a la vista de sus datos, la Universidad actúa al mismo tiempo como una máquina de reproducción de las desigualdades, donde los hijos de quienes tienen un nivel educativo bajo se hallan considerablemente infrarrepresentados y los hijos de quienes estudiaron una carrera ocupan una cuota muy superior (10 puntos más) a la que le correspondería por su peso en la sociedad. Donde las vías alternativas al bachillerato y la selectividad para acceder a la facultad son utilizadas de forma especialmente intensa por los hijos de personas sin título universitario. Y donde los alumnos de hogares con bajo nivel educativo (que suele estar asociado a clases sociales bajas) nutren el colectivo de quienes, además de estudiar una carrera, trabajan a jornada completa, lo que tiene consecuencias negativas en su rendimiento académico.
La encuesta recientemente presentada, basada en las respuestas de 18.000 alumnos españoles, dirigida por el sociólogo de la Universidad de Valencia Antonio Ariño y financiada por el Ministerio de Educación, proporciona la mayor radiografía hasta la fecha sobre los universitarios españoles. Unos jóvenes que mayoritariamente no creen que su paso por la facultad vaya a servirles para alcanzar una posición social alta (solo lo cree un 28%), ni siquiera para garantizarse unos buenos ingresos (47%). Pero sí para tener en el futuro un trabajo interesante (74%) o incluso para "contribuir a la mejora de la sociedad" (62%).
Porque a la vista de sus datos, la Universidad actúa al mismo tiempo como una máquina de reproducción de las desigualdades, donde los hijos de quienes tienen un nivel educativo bajo se hallan considerablemente infrarrepresentados y los hijos de quienes estudiaron una carrera ocupan una cuota muy superior (10 puntos más) a la que le correspondería por su peso en la sociedad. Donde las vías alternativas al bachillerato y la selectividad para acceder a la facultad son utilizadas de forma especialmente intensa por los hijos de personas sin título universitario. Y donde los alumnos de hogares con bajo nivel educativo (que suele estar asociado a clases sociales bajas) nutren el colectivo de quienes, además de estudiar una carrera, trabajan a jornada completa, lo que tiene consecuencias negativas en su rendimiento académico.
La encuesta recientemente presentada, basada en las respuestas de 18.000 alumnos españoles, dirigida por el sociólogo de la Universidad de Valencia Antonio Ariño y financiada por el Ministerio de Educación, proporciona la mayor radiografía hasta la fecha sobre los universitarios españoles. Unos jóvenes que mayoritariamente no creen que su paso por la facultad vaya a servirles para alcanzar una posición social alta (solo lo cree un 28%), ni siquiera para garantizarse unos buenos ingresos (47%). Pero sí para tener en el futuro un trabajo interesante (74%) o incluso para "contribuir a la mejora de la sociedad" (62%).
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