Miguel Ángel Santos
El Universal, 04/02/11
Existe la creencia común de que las fugas de cerebros son muy dañinas para los países de origen. Se piensa que en ningún lugar un talento puede ser más productivo que allí en donde las personas capacitadas son pocas. Dado que son escasos, su impacto en la producción puede ser importante. Son talentos que dejan de ser incorporados al sector público, a las organizaciones políticas, lo que trae efectos negativos sobre las instituciones.
Una nueva línea de investigación sugiere no sólo que las fugas de cerebros podrían traer efectos positivos para los países de origen, sino además que estos podrían superar los negativos. Pensemos primero en quienes se van. Si son más escasos y más productivos en sus países de origen, ¿por qué se fugan hacia lugares en donde existe abundancia de talento, en donde serán menos útiles (menos valorados)? Acaso sea necesario que en sus países de origen exista una inversión mínima de capital para que empiecen a ser productivos. Esto último lo confirma el hecho de que, con frecuencia, los cerebros que se fugan ganan más afuera que en casa, aunque allí sean más abundantes. Si cuando pensamos en términos de políticas públicas nuestra población objetivo son los nacionales, aquí hay un grupo que definitivamente está mejor. Después de todo, no hay razón para ignorar los beneficios que recibe de cierta política pública un tanzaniano que ya no vive en Tanzania.
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