Nerio José Ortigoza
El Universal, 05/02/11
La transformación eficaz de la universidad venezolana requiere enfocarse en los procesos claves de su actividad y detectar sus deficiencias. Porque aunque es una de las instituciones públicas que mejor funcionan, su productividad está lejos de ser óptima y su transparencia a menudo se pone en entredicho. Creemos que los problemas claves están en dos áreas: 1) La gerencia (administración y financiamiento) de la actividad académica; y 2) Los procesos de promoción, evaluación y disciplina académica, especialmente aquellos que atañen al profesorado. Antes planteamos transformar la primera de estas áreas mediante el financiamiento y la administración diferenciada de las tres funciones básicas (docencia, investigación y extensión). Hoy trataremos lo que creemos es la segunda gran clave de transformación: liberar los procesos de promoción, evaluación y disciplina académica de las amarras del "democratismo" que los distorsiona.
Toda autoridad universitaria, director, decano, rector, vicerrector, o cuerpo colegiado (consejos), debe liderizar y administrar mediante la autoridad propia personal o colectiva que le reconozca la comunidad académica, y ésta es sólida cuando se basa en logros y méritos; y también mediante la autoridad legal y reglamentaria que debe acompañar a la autoridad moral. Este ejercicio no incluye solamente planificar, dirigir actividades y administrar recursos, sino también vigilar asuntos relacionados con evaluación y disciplina de los miembros de la comunidad académica, asuntos potencialmente conflictivos, que implican a menudo controversias relacionadas con la ética. Una autoridad justa genera motivación y orgullo en la organización. Una autoridad poco responsable, diluida por la complacencia, ocasiona conflicto, genera desánimo y erosiona el aprecio por la institución. Hagámonos algunas pocas preguntas, con ejemplos concretos, para evaluar esto:
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