sábado, 13 de noviembre de 2010

Educar qué y para qué

Pedro Gandolfo
El Mercurio, Chile, 13/11/10

El debate y las propuestas acerca de políticas públicas educacionales se han centrado, hace décadas, en cómo alcanzar mayor logro y eficacia escolar, medidos por el aumento de la calidad y la equidad. Parece la óptica correcta: dados ciertos contenidos y competencias y ciertos objetivos, es preciso analizar los factores que contribuyen a alcanzarlos e intervenir sobre ellos.

En este sentido -y parece ser la dirección correcta-, para los distintos actores del proceso educacional la clave sería remover los incentivos negativos y promover los positivos. Así, basándose en una racionalidad instrumental-económica, el esquema sería: los alumnos con mejor desempeño son mejor evaluados; si son mejor evaluados, tienen mayores posibilidades de acceder a una mayor y mejor educación, y mientras mayor y mejor sea su educación, sus ingresos serán mayores. Los profesores, a su vez, deben ser evaluados, y los que tengan mejor desempeño deben ascender en su carrera profesional y recibir mayores ingresos. Los directores de colegio deben, de un lado, disponer de atribuciones y recursos para gestionar sus colegios y, del otro, ser evaluados y premiados o castigados económicamente según su desempeño. Una lógica implacable e impecable.
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