Eleazar Narváez
Plantearnos una mayor articulación e integración de tres funciones básicas de la institución universitaria, como lo son la docencia, la investigación y la extensión, constituye un ideal al cual hoy estamos obligados a dedicarle mayor atención en nuestro país. Es un desafío que nos invita ciertamente a la búsqueda creativa y urgente tanto de las posibilidades de intercambio entre cada una de esas funciones universitarias, como de los espacios de convergencia donde esas actividades logren armonizarse como partes de un todo.
Es un planteamiento que tiene sintonía con las fundadas e insistentes exigencias de mayor calidad en el mundo de la educación superior de hoy, en un contexto en el cual, por un lado, se observan cambios significativos en el conocimiento – en cuanto a su producción, organización, divulgación, gestión y valoración – y donde, al mismo tiempo, es manifiesto el creciente uso de las tecnologías de la información y la comunicación en una sociedad sin fronteras.
En primer término, es necesario reivindicar la complejidad de la relación entre la docencia y la investigación. En tal sentido, concebimos esta relación en varias direcciones, no en una sola, como muchas veces ocurre, cuando se habla únicamente de la necesidad de la investigación para la docencia y no se considera el papel de ésta en la actividad investigativa; y además, la visualizamos en tanto matizada por múltiples factores, de los cuales unos son propios de cada una de las funciones consideradas, y otros proceden de otros campos de actuación de la vida universitaria.
Sin duda, la investigación es un elemento esencial de la institución universitaria, hasta tal punto que es plenamente válida la opinión de quienes afirman que nunca serán universidades aquellas entidades centradas solamente en la docencia. También es necesario que veamos en la docencia un espacio de suma importancia para la investigación. Se trata de ir más allá de la sola idea de la docencia como actividad de comunicación pedagógica de la verdad y el saber, para asumirla igualmente como un espacio privilegiado para la reflexión y la investigación.
En segundo lugar, en la búsqueda de una mayor calidad en la docencia y la investigación, destacamos la necesidad de responder a un desafío común: conjugar actividades dirigidas a contracorriente de la tendencia a la hiperespecialización y a la separación entre saberes y disciplinas.
Asimismo, es fundamental tomar en consideración tres grandes desafíos mencionados por Edgar Morin, con los cuales – es oportuno y necesario reconocerlo - nuestras universidades aún están en deuda: el desafío de vencer la gran desunión entre la cultura de las humanidades y la cultura científica, comenzada en el siglo XIX y agravada en nuestros tiempos; el desafío cívico de superar el debilitamiento del sentido de la responsabilidad y de la solidaridad; y el desafío sociológico planteado con el crecimiento de las características cognitivas de todas las actividades desarrolladas en nuestra sociedad.
En tercer lugar, es fundamental que asumamos la extensión como un espacio de encuentro y diálogo fecundo en el desarrollo de las otras funciones de la universidad y de sus distintos programas y proyectos en distintas áreas del conocimiento; que la fortalezcamos como un vehículo de rendición de cuentas a la sociedad, con la implementación de mecanismos institucionales dirigidos a hacer más visibles las realizaciones de la universidad y a promover la participación activa de los miembros de la comunidad universitaria. Igualmente, es preciso potenciar esa función desde el punto de vista de sus posibilidades para desarrollar programas de formación continua para los universitarios y la sociedad en general.
Por supuesto, para el cumplimiento de estas funciones primordiales, tal como aquí se exponen, nuestras universidades deben contar con el necesario y suficiente apoyo financiero por parte del Estado y de otros actores de la sociedad (las empresas privadas, entre otros agentes, con las cuales es imprescindible establecer alianzas estratégicas). Asimismo, es preciso que tales actividades se fomenten y desarrollen mediante políticas articuladas con un plan estratégico motorizado en todos y cada uno de los ámbitos de dichas instituciones.
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