lunes, 1 de noviembre de 2010

Sobre la reforma de la universidad

Edgar Morin
CNRS, París

La doble misión

¿Debe la Universidad adaptarse a la sociedad o la sociedad a la Universidad? Adivinarán que rehusaré la alternativa, tal como se plantea, y que intentaré trascenderla de manera compleja.

Aunque tuvo antecedentes en Bagdad y Fez, la Universidad, como se ha dicho con frecuencia, es el gran regalo de la Europa medieval a la Europa moderna. En menos de dos siglos, una constelación de Universidades brotó de Bolonia a Upsala, de Coimbra a Praga. La Universidad es conservadora, regeneradora, generadora. Conserva, memoriza, integra, ritualiza una herencia cognitiva; regenera esa herencia reexaminándola, actualizándola, trasmitiéndola; genera el saber y la cultura que formarán parte de esa herencia.

De ese modo, la Universidad tiene una misión y una función trans-secular, la cual, vía el presente, discurre del pasado al futuro; tiene una misión trans-nacional que ha mantenido a pesar de la tendencia al cierre nacionalista propio de las naciones modernas. Dispone de una autonomía que le permite efectuar esa misión.

Según los dos sentidos del término "conservación", el carácter conservador de la Universidad puede resultar vital o estéril. La conservación es vital si significa salvaguarda y preservación, pues sólo se puede preparar un futuro salvando un pasado, y estamos en un siglo en el que múltiples y potentes fuerzas de desintegración cultural están actuando. Pero la conservación es estéril si es dogmática, petrificada, rígida. Así, la Sorbona condenó todos los avances científicos del siglo XVII, y la ciencia moderna se formó en gran parte fuera de las universidades durante el transcurso del siglo XVII.

Pero la Universidad supo responder al reto del desarrollo de las ciencias operando su gran mutación en el siglo XIX. Se laicizó, es decir, se abrió a la gran problematización que nació en el Renacimiento y que, generalizada y convertida en fundamental, concierne al mundo, a la naturaleza, a la vida, al hombre, a Dios. La Universidad se convirtió en el lugar mismo de la problematización, recogiendo en ella la esencia de la cultura europea moderna, y de ese modo se inscribió más profundamente en su misión trans-secular, reanudándose plenamente con la antigüedad, griega y romana, y proyectándose hacia un futuro cognitivo por descubrir o conquistar.

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