En Las preguntas de la vida, dice Fernando Savater, "Acosados por la muerte, debemos pensar la vida. Pensarla, es decir: conocerla mejor a ella, a cuanto contiene y a cuanto significa". Otro tanto podemos afirmar acerca de la autonomía universitaria en la situación actual del país, precisamente cuando arrecian las amenazas gubernamentales que ponen en jaque ese principio fundamental de la universidad. Sin duda, ahora se trata no sólo de defenderla sin desmayar, sino también de potenciarla siempre, para lo cual es necesario que se le conozca mejor en lo que respecta a su significado, contenido e importancia.
Pensar la autonomía -de las personas o de las instituciones- es conocer mejor este principio en tanto componente fundamental de la condición humana, es decir, como posibilidad que tiene cada cual -con base en la independencia de pensamiento y acción- de elegir y responsabilizarse por la vida que se desea desarrollar, sin convertirse en fuente de agresión o de calamidades para otras personas e instituciones.
Pensar la autonomía universitaria es conocer mejor la universidad como locus donde, a contracorriente de la idea de un mundo uniformado, conviven múltiples expresiones del saber; y en el cual se dan las condiciones necesarias y suficientes para el ejercicio de la libertad, es decir, para conjugar conocimiento, imaginación y decisión en el campo de lo posible: en su vida académica; en la elección de sus autoridades; en la escogencia de su personal; en el cuestionamiento a sí misma y a todo lo que le concierna; en sus normas de gobierno, funcionamiento y administración de su patrimonio; y en la proposición y contribución en la construcción de soluciones y alternativas de cambio que el país requiera.
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