Rafael Rangel Aldao
El Universal, 29/01/11
Fue de buena a regular mientras duró, la segunda edición de la novísima ley. La primera no sirvió de nada y la tercera, bueno, enterró el espíritu que alguna vez tuvo la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI). En esta absurda realidad, da igual lamentarse por acertar en el pronóstico, que por no hallar respuesta alguna a la advertencia.
Tres años atrás (El Universal, 10/5/2008) anotamos que la LOCTI era "demasiada buena como para perdurar." En realidad, la intención innovadora la acabaron por igual todas las partes involucradas, unos por el afán de controlar lo incontrolable, otros por disfrazar contablemente la "inversión" en ciencia y tecnología, y finalmente los beneficiarios, por pechar en mucho los ingresos de sus propios investigadores. Así lo advertimos entre 2007 y 2010. Resultado final: el adefesio de ahora.
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