Jesús Puerta
El Nacional, 29/01/11
Vamos a decirlo directamente: para mí, la nueva ley de educación universitaria (aún en proyecto) es una oportunidad extraordinaria para lograr los cambios necesarios en las universidades venezolanas. ¿Es perfecta? Por supuesto que no. Lo bueno o lo mejor que tiene no es algún artículo en particular, sino el proceso de transformaciones que, de otra manera, no se habría iniciado.
Esos procesos han sido preciosos en la historia. Las universidades son instituciones sumamente conservadoras. Tanto, que se justifica completamente la apreciación de Rigoberto Lanz de que por sí mismas no pueden transformarse. Para determinar cuáles son las fuerzas que pueden ayudar a ese cambio, habría que acudir a la historia.
Se han mencionado tan sólo dos factores concurrentes en la marcha de la universidad: los burócratas del gobierno y los miembros de la institución. Habría que apuntar que este esquema es sumamente pobre y simplificado. En primer lugar, hay otras fuerzas, agentes y circunstancias que han llevado y pueden llevar a la transformación. En segundo lugar, la dicotomía burócratas/ universitarios no es tan nítida como se quiere hacer ver.
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