Adrián Líberman
El Nacional, 24/01/11
Al cabo de doce años, es muy poco lo que tengo que agradecerle a Hugo Chávez y su desquiciado antiproyecto.
Sin embargo, más pese a él y a quienes le apoyan, por efectos secundarios, hay algunas cuestiones que se desprenden de sus delirios que para mí son importantes.
Uno de estos efectos es la pregnancia de la pregunta acerca de lo que nos hacemos unos a otros, y en quiénes delegamos responsabilidades. Doce años no han ayudado para nada a que la pregunta acerca de por qué tantos se sintieron llamados a escoger al vengador enmascarado, aunque no tuviera ningún antecedente en labores de gestión en el Estado, pierda su hiriente vigencia.
La fuerza del resentimiento, de las injurias recibidas, sean estas reales o imaginadas, sigue siendo una poderosa fuerza motivacional para unos. Y empeñarse en que alguien dé cuenta de ellas, continúa en el proscenio de las preferencias de tantos, aunque en ese empeño se lleven por delante instituciones, empresas o vidas.
Son doce años de maratónicas alocuciones en las que todos los verbos se conjugan en primera persona, en las que un solo ser humano despliega sin descanso un narcisismo infinito, lo que estimula estas reflexiones.
Lacerante efecto de lo anterior es la obligación de pensar por qué es el miedo el principal vínculo entre unos y otros, y la depredación su síntoma.
Todo lo expresado hasta ahora me ha ayudado, sin quererlo, a cuestionarme cuál es el papel de los intelectuales. De los que, como yo, viven de las ideas y su cultivo. Y mientras me dedico a la resolución de tales enigmas, los estudiantes universitarios me proporcionan una clara y sana solución.
Los universitarios me han demostrado, sin ambages, que libertad que no se defiende, se pierde. Me han enrostrado el ejemplo de cómo se preserva la pluralidad, la autonomía y la democracia, y cómo nada de lo anterior puede darse por sentado. Entonces, con su valentía, me iluminan acerca del hecho incontestable de la necesidad de hacer público el compromiso y su ética. Me refiero al imperativo de sentar posición acerca de cosas como la democracia, la pluralidad y los derechos de todos.
Sin embargo, más pese a él y a quienes le apoyan, por efectos secundarios, hay algunas cuestiones que se desprenden de sus delirios que para mí son importantes.
Uno de estos efectos es la pregnancia de la pregunta acerca de lo que nos hacemos unos a otros, y en quiénes delegamos responsabilidades. Doce años no han ayudado para nada a que la pregunta acerca de por qué tantos se sintieron llamados a escoger al vengador enmascarado, aunque no tuviera ningún antecedente en labores de gestión en el Estado, pierda su hiriente vigencia.
La fuerza del resentimiento, de las injurias recibidas, sean estas reales o imaginadas, sigue siendo una poderosa fuerza motivacional para unos. Y empeñarse en que alguien dé cuenta de ellas, continúa en el proscenio de las preferencias de tantos, aunque en ese empeño se lleven por delante instituciones, empresas o vidas.
Son doce años de maratónicas alocuciones en las que todos los verbos se conjugan en primera persona, en las que un solo ser humano despliega sin descanso un narcisismo infinito, lo que estimula estas reflexiones.
Lacerante efecto de lo anterior es la obligación de pensar por qué es el miedo el principal vínculo entre unos y otros, y la depredación su síntoma.
Todo lo expresado hasta ahora me ha ayudado, sin quererlo, a cuestionarme cuál es el papel de los intelectuales. De los que, como yo, viven de las ideas y su cultivo. Y mientras me dedico a la resolución de tales enigmas, los estudiantes universitarios me proporcionan una clara y sana solución.
Los universitarios me han demostrado, sin ambages, que libertad que no se defiende, se pierde. Me han enrostrado el ejemplo de cómo se preserva la pluralidad, la autonomía y la democracia, y cómo nada de lo anterior puede darse por sentado. Entonces, con su valentía, me iluminan acerca del hecho incontestable de la necesidad de hacer público el compromiso y su ética. Me refiero al imperativo de sentar posición acerca de cosas como la democracia, la pluralidad y los derechos de todos.
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