Rigoberto Lanz
El Nacional, 30/01/11
¿ Autonomía respecto de quién o de qué? No hay que dar muchas vueltas: se trata de estar bien distantes de los efectos directos de las burocracias gubernamentales (de derecha o de izquierda). La idea es que al gobierno de turno no se le ocurra estar inmiscuyéndose en asuntos académicos, en orientaciones filosóficas, en pautas teórico-curriculares ni cosillas así. Lo que está en frente cuando se habla de autonomía no es el Estado sino el gobierno (peludo asunto para países como el nuestro donde esta distinción nuca ha existido de verdad). El modelo ideal es aquel en el que los organismos competentes responden anualmente por el soporte financiero de la actividad universitaria de un modo automático y sin más preguntas que la probidad en la administración de esos recursos. La manipulación política de la asignación presupuestaria es una aberración que se la lleva bien con la mediocridad interna que se desvive y justifica por el famoso "presupuesto justo".
Trabajar autónomamente lo que quiere decir es que los investigadores no tienen que estar dando explicaciones a la burocracia del gobierno (ministros, organismos o lo que sea) sobre las cosas que hacen o dejan de hacer. Desarrollar un seminario o cualquier unidad curricular, lo mismo que realizar una investigación (desde el impertinente asunto del sexo de los ángeles, hasta la nanotecnología aplicada a los nuevos materiales, pasando por "los problemas del país" y cualquier otro asunto pertinente que se nos ocurra), no debe guardar ninguna relación de jerarquía ni de implicación forzada con criterios emanados del Poder Ejecutivo.
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