Critovam Buarque
El Nacional, 31/01/11
La educación superior nació para destruir fronteras. En principio, las fronteras de los dogmas de las interpretaciones religiosas; más adelante, las fronteras en todas las áreas del conocimiento. En los 1.000 años de su historia, la universidad ha sido responsable de la superación de los límites del saber. Pero en algunos momentos, la universidad tarda en aceptar las rupturas surgidas desde fuera, producidas por grandes pensadores no académicos. En estos momentos, para que pueda seguir destruyendo fronteras, la universidad necesita liberarse ella misma, romper con los límites dentro de los cuales actúa.
En este comienzo del siglo XXI, la universidad tiene por delante una encrucijada: o decide romper con sus propios límites o no servirá para seguir venciendo nuevas fronteras del conocimiento. Para ajustarse a los requisitos de los tiempos futuros, la universidad necesita romper por lo menos siete fronteras.
En este comienzo del siglo XXI, la universidad tiene por delante una encrucijada: o decide romper con sus propios límites o no servirá para seguir venciendo nuevas fronteras del conocimiento. Para ajustarse a los requisitos de los tiempos futuros, la universidad necesita romper por lo menos siete fronteras.
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