Teodoro Petkoff
Tal Cual, Editorial, 06/01/11
E n un raro gesto de sensatez y de prudencia, sin excluir un punto de culillo, el Presidente vetó la Ley de Universidades, dejando completamente colgadas de la brocha a las focas que la aprobaron, sin siquiera discutirla, y a la cantidad de adulantes que hablaron de ese engendro como una cumbre del pensamiento revolucionario. No hay que engañarse, sin embargo, ese proyecto de ley salió de Miraflores, de la fábrica de leyes allí instalada y cuyos próximos productos serán los decretos-leyes que emitirá Chacumbele dentro del marco de la Ley Habilitante. Obviamente, los sondeos de opinión que continuamente ordena su Sala Situacional hicieron ver a Chávez la tempestad que se gestaba en el horizonte universitario. Sin que hubiera todavía clases, con la mayoría de los estudiantes y profesores fuera de las aulas, se produjeron, sin embargo, varias movilizaciones decembrinas, que anunciaban una disposición de lucha que lucía inquebrantable. Las universidades no estaban dispuestas a entregar la autonomía y muchísimo menos sin pelear.
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